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Un maestro llamado Juan Canoso

Por : Estefanía Fajardo
Periodista científica de Global Rheumatology by PANLAR.



10 Febrero, 2021

https://doi.org/10.46856/grp.25.e063
Citar como:
Fajardo E. Un maestro llamado Juan Canoso [Internet]. Global Rheumatology. Vol 2 / Ene - Jun [2021]. Available from: https://doi.org/10.46856/grp.25.e063

"A través de tres voces que lo han acompañado por años, contamos la historia del doctor Canoso, maestro de la Reumatología y Medalla Aníbal Ruiz Moreno 2020. "

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Cuando se contacta a sus amigos, colegas y familiares con la solicitud de hablar del doctor Juan Canoso la alegría se siente en sus voces. Es claro que no quieren pasar por alto ningún detalle de su carrera, tampoco de lo que es como persona. Por eso piden un tiempo para dedicarse a hacer memoria, tiempo para traer al presente esas historias y encuentros, tiempo para no escatimar palabras -o escogerlas tan bien y que sean las precisas y necesarias- en lo que deben decir sobre uno de los maestros de la reumatología  y Medalla Aníbal Ruiz Moreno en el reciente Congreso PANLAR 2020.

El doctor Juan Canoso es un argentino radicado en México. Jefe de Reumatología del Boston Veterans Administration Medical Center, de 1974 a 1985 y profesor de Medicina y director de Reumatología Clínica de la misma institución de 1985 hasta 1994 y  profesor adjunto de Medicina del Tufts Medical School, desde 1994. 

Al día de hoy tiene alrededor de 80 artículos indexados en Pubmed, 53 capítulos en libros de Medicina Interna y Reumatología, y dos capítulos en Up To Date.

Pero hablar únicamente de sus logros como una pasada por una hoja de vida no sería suficiente para al que todos coinciden en llamar maestro. Su vida va más allá de esos números y reconocimientos, aborda historias, entrega, pasión y enseñanzas, esas que su colega y esposa, Mary Carmen Amigo, recuerda y describe muy bien. 

“Es muy fácil hablar de los logros profesionales y académicos de Juan Canoso.  Solo basta revisar su largo y bien ganado currículum vitae para entender por qué es un Maestro de la Reumatología. Lo que es más difícil es hacer una semblanza de Juan, el hombre, así que aquí hablaré de Juan el hombre-maestro”, dice al ser consultada.

En PANLAR como en otras instancias, el doctor Canoso es un referente. Fue tesorero de 1990 a 1994. “Si algo preocupa a Juan en cuanto a PANLAR, es el gasto excesivo en que pudiera incurrir, por los pocos recursos que se tenían en esa época. Y aquí, saben ustedes su manera de pensar en cuanto a la sana y ética relación que debe existir con la industria farmacéutica”, recuerda la doctora Amigo.

Ha asistido a múltiples congresos de PANLAR tanto como participante como conferencista. “Por lo menos recuerdo cuatro congresos en los cuales junto con su grupo de anatomía clínica, dieron sus seminarios, siempre exitosos.  Ese seminario lo han dado en prácticamente todos los países de América Latina y también de hecho, en los congresos del Colegio Americano de Reumatología”, indica.

Con todo lo dicho hasta aquí, comenta su esposa, “Juan no entiende porqué lo distinguieron con la Medalla Aníbal Ruiz Moreno. Yo lo tengo claro”.

SU HISTORIA

“Juan dice que no sabía qué quería estudiar al terminar bachillerato. Llegó a considerar abogacía como su padre, pero finalmente se decidió por medicina. Obtuvo su título de Médico Cirujano por la Universidad Nacional del Litoral, Rosario, Argentina (1963)”, recuerda la doctora Amigo.

Desde ese entonces le fascinó la anatomía, la histología y fue instructor y prosector en anatomía patológica realizando 140 autopsias.

Después de graduarse como Médico Cirujano se fue a Montevideo, Uruguay, en donde estuvo cinco años en el Hospital de Clínicas como residente de Medicina Interna en el Servicio de su gran maestro, el doctor Pablo Purriel.  “De esa época viene su gran amor por Uruguay que le hizo tomar la ciudadanía uruguaya. Por cuestiones de tiempos administrativos, no pudo contender por la carrera académica y junto a un querido amigo, decidieron ir a Estados Unidos, al Framingham Union Hospital a realizar el Internado”, cuenta la doctora Amigo.

De 1968 a 73 fue residente de Medicina Interna y después de Reumatología en Boston University Medical Center.

A la pregunta de ¿por qué Reumatología?, siempre tiene una anécdota para explicarlo y así la recuerda su esposa: “habiendo sido aceptado para estudiar Epidemiología, cambió de parecer y optó por Infectología. Sin embargo, la residente de mayor jerarquía le dijo, “estás equivocado, tú tienes que estudiar Reumatología con el doctor Alan Cohen y así lo hizo”.

Y lo que sigue es contar una historia de amor. “Durante el Congreso Mexicano de Reumatología, en Acapulco en 1991, conocí al gran Dr. Juan Canoso. Yo iba acompañada de Mary, mi hija, ya que me gustaba siempre invitar a mis hijos (Mary y Luis) a los eventos académicos. Créanme, ese primer encuentro fue cien por ciento académico hasta el momento de la comida de clausura en la playa”, dice  la doctora Amigo. 

Ahí fue cuando se acercó a despedirse de ella, y, relata con especial agrado, se levantó de la silla y escuchó lo siguiente: “Quería despedirme de usted y decirle que me ha impresionado como médica, como mujer y como madre”. En este punto, dice la doctora, quedó “de una pieza”. 

“Le agradecí, me despedí y me senté junto a Mary, quien me preguntó, “¿qué te dijo el doctor, Ma?”, y le respondí que nada, nada, que se despedía de nosotros. Una semana después, recibí la primera de muchas cartas, poéticas y sinceras”, cuenta. 

Se conocieron entonces, durante meses, a través de correspondencia y después, en costosas llamadas por teléfono. “Juan aprovechó un viaje académico a Guadalajara, México, para venir a mi casa y conocer a mis hijos. Poco después, yo fui a Boston a conocer a Adrián, su hijo menor y a sus amigos cercanos y más adelante conocí a Diego su hijo mayor. Todo este camino no fue fácil, sin embargo, tuvimos la certeza y el amor a nuestro favor y hoy tenemos Juan y yo en total, cuatro hijos y cinco nietos que nos llenan de felicidad”, destaca.

En 1993, después de dos años de “una hermosa y amorosa relación a distancia”, se casaron y es la Ciudad de México, su lugar de residencia.  “A nadie escapa, el profundo cambio de vida para Juan.  De Boston a la Ciudad de México… Todos los días agradezco y valoro su generosa decisión”, dice con profundo amor su esposa, su colega, su compañera de vida, la doctora Amigo.

Y sin ponerse de acuerdo, otra parte de esta historia de amor es contada por su amigo, el doctor Luis Catoggio. “Para algunos de nosotros, que un argentino lograra ocupar el puesto que tenía Juan en Boston parecía casi tocar el cielo con las manos. Dejar eso nos parecía una locura a muchos. Sin embargo, dejó esa posición y debió cumplir con todos los requisitos necesarios para ejercer en México, lo cual llevó bastante tiempo.  Este acto fue, para muchos de los que lo conocíamos, una lección de vida increíble y la responsable fue la doctora Mary Carmen Amigo, con quien se casó por aquella época”, relata. 

En Ciudad de México, después de diversos trámites migratorios y profesionales, incluyendo el examen del Consejo Mexicano de Reumatología, empezó a trabajar como Reumatólogo en el Centro Médico ABC. “Se retiró de la práctica médica en 2019, pero no así de la docencia e investigación clínica”, cuenta.

Mientras tanto, el doctor Bernardo Pons-Estel lo describe como un hombre de apariencia tranquila, siempre escuchando muy atentamente, con una sonrisa, las cejas levantadas y el ceño fruncido. Un ser humano cálido, pausado, real, tocable, lleno de vida, de anécdotas, de principios, de ideas y de proyectos. “Pero cuidado, no es el único, hay otro Juan. El que avanza a fondo en defender situaciones difíciles y se juega cuando hubiese sido más cómodo la indiferencia, pero no, ahí estaba él, dando su opinión, la que nadie deja de escuchar. Por suerte, en esta historia me tocó estar del lado del defendido, y créanme, nunca hubiese querido estar en la mira de sus cuestionamientos”, relata.

Fue miembro fundador del Grupo Mexicano para el Avance de la Anatomía Clínica Musculoesquelética (2009).

Ha recibido múltiples distinciones, entre esas, es Maestro de la Reumatología Mexicana, Máster de PANLAR, Máster del Colegio Americano de Reumatología (ACR), Miembro Honorario de la Sociedad de Reumatología de Centro América y de las Sociedades de Reumatología de Chile, Costa Rica, Cuba, Panamá y Uruguay.

En 2015 recibió el Premio a la Excelencia Médica del Centro Médico ABC de la Ciudad de México. El reconocimiento más reciente se llevó a cabo durante el Congreso virtual de PANLAR en 2020, cuando fue distinguido con la medalla Aníbal Ruiz Moreno.

Foto 1 

EN SU TRABAJO

Con el doctor Catoggio mantuvo -desde aquel encuentro en mención- correspondencia y en 1990, al viajar a Argentina a visitar a su madre, dictó una charla en el Hospital Italiano.

“Fue un entusiasta impulsor de mi idea de crear una fundación con el nombre de mi padre quien había sido uno de los fundadores de la Reumatologia moderna argentina, por así decirlo, y donó el valor del pasaje y su honorario a la fundación con motivo de dictar la segunda Conferencia Pedro M. Catoggio, en Buenos Aires, en 1992. Esa donación permitió engrosar el fondo requerido por las autoridades para constituirla... Entre tantas otras cosas que debo agradecerle está esta”, recuerda con nostalgia.

El trabajo intenso siempre ha sido parte de su vida, en eso todos coinciden. Desde estudiante, residente o jefe de servicio, dice la doctora Amigo, “las horas podían pasar sin buscar un momento de descanso. Incluso ahora, retirado de la práctica de la reumatología, no cesa de trabajar en proyectos de investigación, en revisión de artículos, en publicación de artículos originales”.

La docencia le fascina, comenta su esposa, y renglón seguido añade que algo tendrá que ver que su madre era una gran maestra.  “Le gusta enseñar a grupos pequeños y a nivel de piso. El podio no es lo suyo”. ¿Lo recuerdan con shorts y chanclas para mostrar los “reparos anatómicos” como él los llama?

A lo largo de los años, cuenta el doctor Catoggio, compartieron su departamento en Boston y luego varias visitas a Argentina que hacía periódicamente con el fin de visitar a su familia.

“En México, además de su destreza clínica en Reumatología general, desarrolló un interés -que transmitió intensamente a un grupo de jóvenes- en anatomía para fortalecer el conocimiento que tenemos o deberíamos tener los reumatólogos. En la última década recorrió el mundo dictando talleres prácticos sobre lo que se da en llamar anatomía clínica”, destaca. 

OPINIONES

La bondad, dice la doctora Amigo, es parte sustancial de su forma de ser y lo demuestra al tratar de ayudar siempre. “Algo maravilloso que tiene Juan, es su capacidad de pedir perdón, de decir “lo siento”.  Para mí, esa virtud es parte esencial de su grandeza.  Quienes lo conocen, saben que posee un sentido del humor muy particular y que gusta de la sencillez como forma de vida. Y sí, también tiene un toque de obsesión. Revisa “ene” veces un párrafo, presiona a sus colaboradores para que terminen un manuscrito o revisa cada diez minutos su correo por si acaso llegó la respuesta tan anhelada de aceptación de un artículo”, comenta.

Mientras tanto, el doctor Catoggio tiene una forma particular de recordar el primer encuentro y, dicho sea de paso, el “tiempo perdido” entre ese momento y el de convertirse en grandes amigos. 

“Me enteré de la existencia de Juan Canoso en diciembre de 1979. Estando en Boston, de visita en el Arthritis Unit del Massachusetts General Hospital por un par de meses concurrí a un ateneo mensual que se hacía en los hospitales de esa ciudad. Ese mes le tocaba a Tufts y Juan Canoso era el jefe de la clínica. Fui al ateneo, pero no me atreví a saludarlo por cierta timidez hacia un argentino que ocupaba un puesto alto en la reumatología norteamericana. ¡Así que perdí 6 años de haber podido disfrutar de su amistad!”, dice con gracia.  

Finalmente lo conoció en 1985 durante un congreso del ahora American College en Los Ángeles, “y desde entonces pude disfrutar un creciente aprecio, además del respeto que merece por su trayectoria y sus características de persona”. 

“No voy a destacar acá sus innumerables méritos académicos ni su trayectoria que son conocidos por la mayoría de la gente. Más bien quisiera relatar mi relación personal a través de los años y aspectos que hacen al ser humano”, y así otra ola de recuerdos llega a estos párrafos. 

A su turno, el doctor Bernardo A. Pons-Estel, empieza diciendo “difícil, sino imposible, encontrar en la vida otra persona como Juan Jorge Canoso Ardigó”.

“Conocí a Juan como una figura inalcanzable, de referencia mundial. Inicialmente a través de terceros. Terceros a los que yo admiraba y seguía como ejemplos de conocimiento, de conducta, de capacidades, de vida, entre ellos Carlos A. Battagliotti, mi profe del alma (Argentina), y los latinoamericanistas Donato Alarcón-Segovia, de México, y Antonio Reginato, de Chile/USA. Todos ellos, contemporáneos de Juan, que hablaban loas de él. Lo digo en pasado porque son tres figuras admirables que ya se despidieron, pero se fueron dejando un inmenso legado a nuestra generación. Todos ellos admiraban a Juan... y como siempre sucede, de la multiplicación de tantas imágenes idealizadas, las figuras se agrandan, se potencian y se idolatran, a la vez que se alejan del paisaje terrenal, transformándose en ilusiones”, cuenta el doctor Pons-Estel.

Por suerte, agrega, los caminos recorridos le dieron “la gran oportunidad de encontrar y conocer a Juan más de cerca”. 

“Nos cruzamos muchas veces, en eventos académicos, sociales, gastronómicos y hasta culturales, como cuando en San Salvador, El Salvador, fuimos juntos a conocer la obra, y el lugar donde vivió y se perpetró el magnicidio del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero (Monseñor Romero), el 24 de marzo de 1980. Compartimos largas charlas de temas  filosóficos, éticos e ideológicos, donde casi siempre coincidimos”, sostiene.

PENSAMIENTOS

“Con el correr del tiempo, las charlas cuando nos encontramos dejaron casi de ser médicas para relacionarse más con aspectos de la vida familiar, de nuestros grupos de trabajo, nuestra especialidad  y el respeto que ha tenido siempre por los valores básicos que debe tener una persona de bien. Intercambiar correos electrónicos es un placer y en este año pasado en particular, más aún”, destaca Catoggio.

Cuando estás con él, explica el doctor Bernardo Pons-Estel, sin que te des cuenta te atrapa con sus comentarios, “y hasta podés sentir que sos un igual, o más aún, que él te reconoce virtudes. Esa noche no podés dormir de la emoción. ¿Cómo lo hace?, no sé, pero logra invertir la situación y transformarte de admirador en admirado, situación que nunca viví con otra persona”.

A eso, agrega Catoggio: “como para muchos de nuestra generación, para mi Juan ha sido y es  un mentor en todo sentido, no solo por lo aprendido como médico sino más aún, por las lecciones de vida, comportamiento y cómo ser un grande manteniendo un perfil bajo.  Difícil de igualar”.

“Así, en esta semblanza he tratado de mostrarles por qué Juan es un Maestro. Pero, para mí como su esposa, hay otra faceta del Maestro.  Tengo que agradecerle a Juan que ha sido un verdadero Maestro de vida y me ha dado la oportunidad de conocerme a nivel personal y de pareja”, es el cierre de la doctora Amigo luego de hablar y recordar a quien recorre el camino llamado vida de su mano.  

Foto 2 

 

Pie de fotos 

Foto 1 : El Dr Juan Canoso con su esposa la Dra Mary Carmen Amigo 

Foto 2 : Reunión en ciudad de México con los latinoamericanistas en la casa del Dr Donato Alarcón Sagovia. Con sus amigos Bernardo Pons Estel y Luis Catoggio al lado de otros miembros de GLADEL en el lanzamiento del Grupo de Estudio de Lupus 1997 .

Fotos cortesía Dr Catoggio  

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