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Artículo de reflexión | Publicaciones científicas: ¿El conocimiento como un mercado o como un bien común?

Recebido 23 November 2022 Autores:
  • Carlo VCaballero Uribe MD
  • EstefaníaFajardo De la Espriella
https://doi.org/10.46856/grp.26.e144
Citar como:

Caballero CV, Fajardo E. Reflection article | Scientific publications: Knowledge: A market or a common good?. Global Rheumatology. Vol 4 / Jan - Jun [2023]. Available from: https://doi.org/10.46856/grp.26.e144

Key milestones in the development of scientific publications
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Licencia

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Artículo de reflexión | Publicaciones científicas: ¿El conocimiento como un mercado o como un bien común?

Las publicaciones científicas se han convertido en el vehículo preferido para dar a conocer los avances en el campo de la ciencia. 

En las últimas décadas ocurrieron cambios importantes relacionados con la difusión del conocimiento científico y, además, surgieron con fuerza los movimientos del acceso abierto y lo que se ha denominado ciencia abierta. Así mismo, estos cambios han generado una modificación conceptual respecto a lo que fueron las publicaciones científicas, lo que representan en la actualidad y hacia dónde pueden dirigirse en el futuro. También los avances tecnológicos han permitido que cada vez sea más fácil y menos costoso compartir el conocimiento, situación que, sin duda, está influyendo en el desarrollo de estas publicaciones.   

En este artículo de reflexión describiremos los fenómenos que se han presentado en torno a la difusión de la ciencia, y realizaremos un análisis de la información disponible para, posteriormente, radiografiar el presente de las publicaciones científicas y proyectar lo que sería el futuro inmediato de esta importante actividad editorial. 

Inicialmente, describiremos los orígenes de la publicación científica, sus logros y el establecimiento de una industria con un mercado, así como la existencia de un emporio del prestigio y los movimientos que abogan por un cambio en la visión comercial del sector para que se atienda más la ciencia como un bien común. Además, revisaremos el papel de las publicaciones científicas en América Latina y los retos y desafíos de una industria cuyo producto principal es el conocimiento.

ORÍGENES

Los seres humanos han tenido la capacidad de comunicarse desde la prehistoria. Intercambiar palabras y, posteriormente, opiniones y conocimientos ha sido clave para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, ¿cuál es el origen de la publicación científica? La búsqueda de una respuesta a esta pregunta nos lleva siglos atrás, después de la invención del papel y más tarde de la imprenta, y nos trae al presente, una era digital, hacia la construcción de lo que, posiblemente, será el futuro de la publicación académica.

Las primeras publicaciones científicas, identificadas como tales, datan del siglo XVIII y aparecen de forma gradual, cuando se consolidaron grupos de expertos en los que algunos de sus miembros, con afinidades en torno a un área del conocimiento, comenzaron a reunirse periódicamente (lo que hoy conocemos como congresos) para discutir ideas que terminaron siendo la semilla de las sociedades científicas. Así nació la Royal Society (1660) en Inglaterra y, posteriormente, la Académie des Sciences (1666) en Francia, como algunas de las primeras organizaciones de este tipo.

En 1665, el primer secretario de la Royal Society, Henry Oldenburg, un ciudadano británico de origen alemán considerado uno de los principales intermediarios científicos del periodo moderno temprano, y quien tenía una amplia red de contactos en toda Europa, comenzó a enviar sus manuscritos —con los resultados de sus estudios— a expertos que pudieran juzgar su calidad antes de la publicación. Una vez obtenida la “aprobación” de la Royal Society, Oldenburg ensambló los manuscritos, organizó los contenidos, imprimió el primer número de Philosophical Transactions of the Royal Society y llamó a suscripciones.

Sin embargo, a pesar de su título, Philosophical Transactions no era una publicación oficial de la Royal Society, algo que Oldenburg dejó claro en el primer número y luego ratificó en un segundo volumen producido en 1666. Esto marcó el inicio de la revista científica moderna con revisión por pares. Philosophical Transactions of the Royal Society continúa publicándose y es la revista científica más antigua del mundo.

Hasta 1666, los desarrollos científicos se discutían básicamente a través de correspondencia entre expertos y en distintas reuniones que incluso se llamaban “Colegio Invisible”. Robert Boyle, uno de los pioneros del método científico, y jefe y amigo de Oldenburg, fue uno de los principales promotores de estas reuniones académicas (1).

Los procesos de evaluación, las citas y diferentes procedimientos articulados con la edición, publicación y distribución de contenidos siguieron, y junto con los desarrollos económicos, sociales e industriales, cobraron fuerza dentro de las sociedades y la ciencia. Al mismo tiempo, se comenzaron a desarrollar mediciones.

En reumatología, por ejemplo, las primeras publicaciones científicas aparecieron algo tarde, a principios del siglo XX.

La primera revista dedicada específicamente al reumatismo fue publicada en 1929, en los Países Bajos, por el científico Van Breemen, y se tituló Acta Rheumatologica (2). Esta fue la revista oficial de la Ligue Internationale Contre le Rhumatisme y se publicó hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, cuando los Países Bajos fueron invadidos y los archivos fueron confiscados o destruidos.

Dentro del área de PANLAR, el primer seriado en formato de revista se tituló Archivos Interamericanos de Reumatología (AIR) y fue editado en Brasil en tres idiomas (inglés, español y portugués). Circuló desde 1958 hasta 1962 bajo la dirección de Israel Bonomo y Moisés Mizrraji (3). Actualmente, existen más de 50 revistas dedicadas a temas de reumatología en todo el mundo.

STM

Durante siglos, los libros fueron la forma más aceptada y reconocida de comunicación científica, pero a mediados del siglo XX apareció Robert Maxwell, quien cambiaría la historia de la publicación científica para transformarla en uno de los negocios más lucrativos de la industria editorial.

Hasta ese momento, las publicaciones seriadas pertenecían a sociedades científicas y estaban casi exclusivamente dirigidas a sus miembros. La industria creada por Maxwell a través de la empresa Pergamon, más tarde llamada STM (Publicaciones Internacionales Científicas, Técnicas y Médicas), se basó en la necesidad de las sociedades científicas de divulgar sus investigaciones y distribuir sus revistas en librerías. Cada librería, universidad e instituto científico quería una copia y, por otro lado, los autores estaban tan agradecidos de ver su trabajo impreso que no querían ningún tipo de compensación.

Maxwell no sabía mucho sobre publicación, pero sí sabía mucho sobre negocios. Pronto comprendió esto durante la visita de Ferdinand Springer, cuyo padre había fundado Springer-Verlag, una reconocida editorial alemana que había publicado libros de científicos de la talla de Albert Einstein y Max Born. Como Springer-Verlag —por ser una empresa alemana— no podía enviar libros fuera del país, Maxwell actuó como intermediario para ese fin.

Así nació un nuevo negocio del conocimiento. Pergamon fue fundada en 1948 con solo seis publicaciones seriadas (revistas) y dos libros, y pasó a tener 59 revistas en 1960 y 418 en 1992. “El secreto del éxito de Pergamon fue publicar una gran cantidad de revistas, de modo que los títulos ya establecidos pudieran sostener a los nuevos durante sus primeros años”. (4)

En marzo de 1991, Maxwell vendió Pergamon Press al gigante editorial académico Elsevier por 440 millones de libras; los fondos se utilizaron para pagar los grandes préstamos que Maxwell había contraído al tomar el control del New York Daily News. Hoy en día, STM cuenta con más de 140 miembros en todo el mundo, incluidos importantes editores comerciales, sociedades científicas y editoriales universitarias.

Desde entonces, el sector comercial de publicación científica ha crecido hasta convertirse en una industria de 25,2 mil millones de dólares, con algunas de las empresas mejor posicionadas mostrando márgenes de ganancia cercanos al 40%. En comparación, el gigante tecnológico Google tiene un margen de ganancia de aproximadamente el 22%. Un análisis basado en 45 millones de documentos indexados en Web of Science durante el período 1973-2013 muestra que, tanto en las ciencias naturales y médicas (NMS) como en las ciencias sociales y humanidades (SSH), Reed-Elsevier, Wiley-Blackwell, Springer y Taylor & Francis aumentaron su participación en la producción científica publicada, especialmente desde la llegada de la era digital. En conjunto, los cinco editores más prolíficos representaron más del 50% de todos los artículos publicados en 2013. (5)

Juntos controlan los derechos de autor de gran parte de la literatura científica mundial y cobran miles de millones de dólares cada año por el acceso a ese cuerpo de conocimiento, asegurándose enormes beneficios en el proceso.

EL MERCADO DEL PRESTIGIO

En las últimas décadas del siglo XX, las revistas científicas se consolidaron como el vehículo preferido para la comunicación de la ciencia. La fortaleza de la industria editorial —tras convertir a las universidades y librerías en sus principales clientes— fue la creación, con el tiempo, de la necesidad de otorgar una recompensa (en forma de reconocimiento) a los autores que publicaban en revistas.

Es entonces cuando aparece un nuevo protagonista en esta historia, así como en la industria editorial académica: Eugene Garfield, pionero en los servicios de bases de datos bibliográficas de bibliometría y cienciometría, especializado en análisis e indexación de citas. Garfield comenzó a trabajar en la Universidad Johns Hopkins en 1951, en un proyecto de indexación automática para la biblioteca de la escuela de medicina. Este trabajo, llamado Proyecto Welch, fue financiado por la Biblioteca Nacional de Medicina, y de hecho, se había iniciado en 1948 como uno de sus primeros desarrollos para sistematizar tanto las tareas organizativas de la biblioteca como la recuperación de literatura médica.

Garfield trabajó en este proyecto hasta su finalización en 1953, lo que le permitió profundizar en la estructura lingüística de las revisiones y en los métodos tradicionales de indexación de citas. Así pudo observar el vínculo entre las referencias y los puntos de vista expresados en un artículo científico. Garfield sugirió que, al seguir la “vida” o trayectoria de un artículo, era posible conocer el desarrollo de su idea o enfoque científico principal, sus usos e implementaciones, y concluyó que la mejor forma de hacer seguimiento a la trayectoria y validez de un artículo era mediante la indexación de citas (6).

Así, la “cultura de la citación” se convirtió en uno de los dogmas del campo de la bibliometría, con dos conceptos que en ese momento fueron revolucionarios: el frente de investigación, que permite —tras revisar las citas sobre un tema— obtener una serie de artículos altamente citados que conforman los documentos centrales de un tema de estudio, y el factor de impacto de la revista, determinado como el número promedio de veces que, en un año dado, los artículos científicos publicados por la revista en los dos años anteriores fueron citados. En otras palabras, había descubierto cuáles eran las publicaciones más relevantes sobre un tema dado y, a su vez, en qué revistas era más probable que se publicaran.

Garfield también inventó el Science Citation Index (SCI), precursor del actual Web of Science (WoS), revolucionando así el sector de la información académica, a través del estudio cuantitativo de la literatura científica, entre otras áreas de la informática. Además, Garfield hizo contribuciones significativas a la comprensión de la dinámica de crecimiento y organización interna de las empresas de investigación, basándose en gran parte en los datos del SCI y las variantes posteriores creadas por su empresa: el Institute for Scientific Information (ISI).

El factor de impacto se volvió popular, en parte, porque proporciona una medida “objetiva” de la calidad de una revista, y también porque es un número pequeño y ordenado fácil de entender. Es ampliamente utilizado por bibliotecarios, autores, lectores y comités de promoción. Finalmente, el SCI fue comprado por el gigante corporativo Thomson Reuters y más tarde por sus actuales propietarios: la empresa Clarivate.

La evaluación de revistas y un “mercado del prestigio”, que mide el éxito, crecieron junto con el factor de impacto. Las revistas son admiradas porque publican trabajos académicos de calidad que, aunque no son evaluados directamente por el público ni por su calidad intrínseca, son evaluados indirectamente por el número de veces que se citan y por las revistas en las que se publican. Las citas se convirtieron en el “estándar de oro” para medir el impacto de la investigación, y las revistas se convirtieron en el principal vehículo de comunicación científica (7).

Otro factor a considerar en el mercado del prestigio es la dificultad de acceso al beneficio, medida como la tasa de aceptación de los artículos. Además, existe la creencia común de que las revistas con tasas de aceptación más bajas son más “prestigiosas”, y que aquellas consideradas de alto impacto tienen tasas de aceptación variables que promedian el 32 %, lo que significa que rechazan casi el 70 % de los artículos que reciben (8). Es decir, cuántos más artículos se rechacen, más “prestigiosa” es la revista.

Por lo tanto, se estimula a las revistas a aceptar solo los artículos más llamativos para su publicación; del mismo modo, se alienta a universidades y financiadores a recompensar solo a aquellos postulantes que publiquen (y revisen o editen) en revistas “prestigiosas”, invitando a revisores y editores a ofrecer voluntariamente su tiempo a revistas de alto impacto —que ofrecen gran prestigio y reputación en la comunidad— aunque no siempre exista evidencia objetiva de que las mejores publicaciones se encuentren en dichas revistas (9). Por otro lado, se alienta a los autores a enviar sus trabajos a revistas prestigiosas de alto impacto, e indirectamente a considerar prácticas cuestionables de investigación que aumenten sus probabilidades de publicación y se acostumbran a citar artículos publicados en este grupo de revistas (independientemente de la realidad o calidad del trabajo). De esta forma, es natural que las revistas tradicionales permanezcan en la cima del sistema jerárquico, mientras que los nuevos participantes del mercado editorial académico se frustren.

CAMBIO DE MODELO

Si lo anterior fue una radiografía de lo que ha sucedido, lo que sigue en este proceso será muy parecido a una turbulencia. Vamos a sacudir lo que ha sido sagrado en el campo de la investigación y poner sobre la mesa lo que ya está en marcha y ha llegado para quedarse.

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A finales del siglo XX, Internet comenzaba a tomar vida. De repente, a través de la World Wide Web, cualquier persona con conexión a internet podía publicar información y, por muy poco dinero, difundirla a las masas. El Movimiento de Software Libre ejemplifica todo el potencial del intercambio de conocimiento en la Web. Comenzaron a surgir proyectos relevantes, como la aparición de archivos como arXiv.org, que animaban a los científicos a autoarchivar sus artículos antes de su publicación en un repositorio en línea.

Por otro lado, los bibliotecarios de todo el mundo se encontraron en medio de un gran problema que hoy se conoce como la “crisis de las publicaciones seriadas”. Esta fue consecuencia del rápido aumento en los precios de las suscripciones a revistas científicas, por encima de las tasas de inflación, lo que obligó a muchas de las principales bibliotecas del mundo a tomar decisiones difíciles sobre qué revistas podían poner a disposición de sus usuarios. (7, 10)

De este contexto surgen proyectos como el Public Knowledge Project (PKP), que desarrolló software libre para la producción de revistas científicas (1998), el OJS (Open Journal Systems), un proyecto conjunto entre la Universidad de Stanford y la Universidad de Columbia Británica, y revistas en línea de acceso libre como el Journal of Medical Internet Research.

En el año 2000, los Institutos Nacionales de Salud (NIH) lanzaron PubMed Central, un repositorio de acceso abierto que actualmente almacena casi 6 millones de artículos. De igual forma, surgieron los primeros editores de acceso abierto como BioMed Central y PLOS. En 2005, Wellcome Trust exigió a los beneficiarios de sus subvenciones depositar una copia de sus artículos en PubMed Central.

En 2001, el Open Society Institute (OSI) organizó una reunión en Budapest, Hungría, para promover los avances que permitía Internet en la publicación libre de artículos de investigación en todas las áreas académicas. De esta reunión surgiría la Declaración de Budapest como un hito fundacional de lo que se conocería como el movimiento de Acceso Abierto (OA, por sus siglas en inglés) (11). Esta declaración estableció que la literatura académica en todos los campos debía estar disponible gratuitamente en internet para aumentar su distribución e impacto mundial; además, propuso que los contenidos de las revistas fueran accesibles mediante el autoarchivo por parte de los investigadores e invitó a publicar en revistas de acceso abierto.

Reuniones similares se llevaron a cabo poco después en otros países del mundo. En Alemania, la Declaración de Berlín (12), surgida de un encuentro organizado por la Sociedad Max Planck, estableció que Internet ha cambiado drásticamente “las realidades prácticas y económicas de la distribución del conocimiento científico y del patrimonio cultural”. En Estados Unidos, en Bethesda, Maryland, durante una reunión en el Instituto Médico Howard Hughes, se redactó la Declaración de Bethesda (13), la cual exhortaba a cualquier entidad o persona involucrada en la producción o promoción de la investigación científica a difundir sus hallazgos a través de publicaciones de Acceso Abierto. Como resultado de estas tres declaraciones iniciales, se consolidó el término “Acceso Abierto” como el concepto ideal para describir las iniciativas que buscan que la investigación esté más ampliamente disponible y accesible.

El movimiento de Acceso Abierto (OA) surgió de la necesidad de aprovechar mejor la disrupción tecnológica que se estaba produciendo y se basa en la convicción de que la distribución de los resultados de la actividad científica y técnica puede impulsar el progreso en distintas sociedades, considerando la brecha global existente en cuanto al acceso, creación y uso de los avances científicos. Las iniciativas promovidas por este creciente movimiento internacional han permitido, por un lado, el acceso a la información técnico-científica producida en todo el mundo y, por otro, mejoras en la visibilidad y el reconocimiento de la producción científica de instituciones y países en todas las regiones.

El Acceso Abierto (OA), que aún convive con formas tradicionales de distribución científica, ha demostrado —en las dos primeras décadas del siglo XXI— que puede aumentar la eficiencia y la eficacia de la ciencia en su conjunto. El OA proporciona un medio para revisar y acceder a literatura relevante y lograr avances significativos en el conocimiento. Además, desde la perspectiva de un investigador individual, el Acceso Abierto ofrece la ventaja pragmática de permitir la mayor audiencia posible para su trabajo, al hacerlo disponible de forma libre y sencilla en Internet, algo que, como hemos visto a lo largo de este artículo, ha sido una motivación constante entre los científicos. (14) También existe evidencia concreta de que el OA impulsa el crecimiento de las citas, lo cual tiene una influencia importante en la elección de las revistas en las que se publica, ya que el prestigio, como vimos anteriormente, suele estar determinado por las citas que recibe el trabajo. Así, los académicos pueden lograr una mayor cantidad de lectores y de citas. Otro factor a considerar es que gran parte de la investigación publicada en revistas está financiada con fondos públicos, y la lógica indica que si ya se ha pagado por esa investigación, no debería tener que pagarse de nuevo para poder acceder a ella. (14)

En este camino, surgió mucha controversia respecto a la necesidad de establecer cómo debía financiarse este nuevo modelo. Es entonces cuando se introduce un nuevo factor principal en esta historia: los Cargos por Procesamiento de Artículos, o APC (por sus siglas en inglés). La idea central detrás de los APC es bastante simple: permitir que los artículos puedan descargarse de Internet tantas veces como se desee, sin ninguna restricción, a cambio de un único pago que cubra los costos del procesamiento editorial de dichos artículos.

El OA ha crecido en diversas formas hasta convertirse en algo generalizado, pero los editores tradicionales aún no han perdido el control de esta situación, en gran parte porque siguen percibiendo que existe un monopolio de las revistas de alto factor de impacto.

El cambio de modelo parece terminar beneficiando a las grandes editoriales que publican la mayoría de las revistas científicas del mundo. En las revistas OA que cobran APC, el costo promedio para el autor por publicar un artículo es de 908 dólares estadounidenses (± 608 USD de desviación estándar, N = 4418 revistas), con 500 revistas cobrando al menos 2000 USD y 12 revistas cobrando más de 4000 USD en concepto de APC. En un estudio reciente, de 505.903 artículos en Acceso Abierto (OA) analizados, el 60,9% se publicaron en revistas OA de tipo gold (en las que los autores pagan por el procesamiento del artículo); solo el 8,6% se publicaron en revistas diamond (sin cargos APC), y el 30,5% en revistas híbridas (que aplican cargos para las publicaciones OA). Los ingresos de los editores gold ascendieron a 612,5 millones de dólares estadounidenses, mientras que los de las revistas híbridas —que ya cobran suscripciones— alcanzaron los 448,3 millones. (15)

Este cambio de modelo ha presentado nuevos desafíos, especialmente para los investigadores, quienes han visto cómo la sostenibilidad del modelo de negocio se ha desplazado: es decir, los ingresos por suscripciones fueron reemplazados por pagos que deben realizar los propios autores o las agencias financiadoras. Por otro lado, investigadores de economías en desarrollo, que anteriormente no podían acceder al conocimiento en revistas académicas debido a que las suscripciones eran inasequibles para sus instituciones, ahora se enfrentan a una nueva barrera financiera al intentar publicar sus artículos, especialmente en revistas “prestigiosas”.

Para combatir esta realidad, están surgiendo revistas en Acceso Abierto en las que ni el lector paga por acceder, ni el autor paga por procesar o publicar, y, además, los autores conservan los derechos de autor sobre sus trabajos y permiten que estos se compartan y reutilicen. Esto es lo que se ha denominado acceso diamond, una categoría adicional a las ya conocidas gold, green e híbrida. Estas revistas suelen pertenecer a instituciones académicas o sociedades profesionales, que asumen los costos y el mantenimiento de las mismas.

Un estudio realizado en 2021, encargado por el gran grupo de Acceso Abierto cOAlition S, titulado Study OA Diamond Journals, presenta datos concretos sobre el tamaño de este sector en crecimiento. El estudio encontró que existen unas 29.000 revistas OA diamond, que se estima publican 356.000 artículos por año. El sector diamond OA es diverso en términos regionales (45% en Europa, 25% en América Latina, 16% en Asia y 5% en Estados Unidos/Canadá) y disciplinares (60% humanidades y ciencias sociales, 22% ciencias y 17% medicina). (16)

En Europa, más de la mitad de las revistas OA diamond se encuentran en Europa Occidental. La mayoría de estas revistas son pequeñas, publican menos de 25 artículos al año y atienden principalmente a autores nacionales (en todas las disciplinas, incluyendo ciencia y medicina), pero su audiencia lectora es mayoritariamente internacional. Las revistas OA diamond también tienen una mayor proporción de publicaciones multilingües (38%) en comparación con las OA gold (14%). (16)

La variedad y heterogeneidad de revistas existentes, tanto geográfica como lingüísticamente, es importante porque responde a una de las fallas más críticas del OA gold. El OA diamond soluciona el problema eliminando todos los costos, tanto para lectores como para investigadores, pero sigue siendo importante definir quién debe asumir el financiamiento. Esta forma de acceso continúa siendo impulsada por universidades e instituciones que asignan recursos para la investigación. Por ejemplo, hoy en día existen más de 850 universidades y organizaciones de investigación que han respaldado políticas que obligan a sus investigadores a compartir su trabajo en Acceso Abierto.

Los financiadores de investigación en todo el mundo, incluyendo la Fundación Nacional de Ciencia en Estados Unidos, la Academia China de Ciencias, la Unión Europea y el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, han establecido que los resultados de las investigaciones financiadas por ellos deben publicarse en revistas de Acceso Abierto que cumplan con sus políticas. Esto culminó en 2018 con lo que se llamó Plan S. (17) En esta iniciativa, once financiadores europeos anunciaron que todos los resultados de investigaciones financiadas por sus organizaciones debían publicarse en Acceso Abierto total, sin ningún tipo de embargo. Plan S ha acelerado aún más la transición hacia la publicación en revistas OA gold.

Otro desafío que debe superar el movimiento de Acceso Abierto radica en la forma en que se evalúa la producción científica, ya que actualmente se basa principalmente en los criterios asociados con el factor de impacto descrito anteriormente. Por ello han surgido varias iniciativas que buscan abordar la necesidad urgente de mejorar la manera en que las agencias de financiamiento, las instituciones académicas y otros grupos evalúan la investigación científica.

Durante la reunión anual de la Sociedad Americana de Biología Celular (ASCB, por sus siglas en inglés) que tuvo lugar en San Francisco, California, el 16 de septiembre de 2012, un grupo de editores de revistas académicas desarrolló una lista de recomendaciones conocida como la Declaración de San Francisco sobre la Evaluación de la Investigación (DORA). DORA reconoce la necesidad de mejorar la evaluación de los investigadores y los hallazgos científicos. Los firmantes (22.174 individuos y organizaciones en 159 países han firmado hasta la fecha) se comprometen a usar las métricas de manera responsable, lo que se traduce en “evitar los factores de impacto de las revistas, los índices H y los rankings universitarios en la evaluación de la investigación y de los investigadores”. La Declaración también afirma que es “imperativo que la producción científica se mida con precisión y se evalúe con criterio”. (18)

En febrero de este año (2022), se actualizó la Declaración de Budapest que dio origen al movimiento de Acceso Abierto. (19) Esta nueva Declaración evalúa el crecimiento evidente del movimiento de Acceso Abierto, el cambio de modelo en las publicaciones científicas, así como los desafíos y realidades actuales, como el crecimiento de los repositorios de revistas, nuevas formas de publicación como los preprints, la actualización de las políticas de las agencias de financiación, las formas de evaluación de la investigación, y mejoras en la infraestructura con herramientas emergentes disponibles que facilitan los procesos editoriales en todas sus fases, desde la recepción de artículos, la revisión por pares y los formatos de publicación. A partir de esta actualización, se establece que el Acceso Abierto no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar otros fines, siendo el principal de ellos la equidad, calidad, utilidad y sostenibilidad de la investigación.

En todo caso, es cierto que con la mayor disponibilidad de publicaciones en acceso abierto, puede haber más artículos publicados en general y, con ello, un aumento de artículos de baja calidad o incluso fraudulentos. Sin embargo, este problema no es exclusivo de las publicaciones de acceso abierto, ya que cualquier aumento en el número de artículos publicados podría conducir a más trabajos problemáticos. Para abordar estas preocupaciones, es importante contar con procesos editoriales sólidos que prioricen la calidad y el rigor. Esto incluye la selección cuidadosa de revisores, criterios de decisión transparentes y objetivos, y una evaluación y seguimiento continuo del trabajo publicado. Además, se debe fomentar entre los autores la adopción de buenas prácticas en la realización y presentación de sus investigaciones para mejorar la calidad de los artículos publicados.

El futuro de las revistas científicas y del nuevo modelo editorial debe analizarse en términos de las ventajas y desventajas que presentan para cumplir con los propósitos anteriormente mencionados, así como en la implementación de estrategias coherentes que promuevan el crecimiento integral del Acceso Abierto. En resumen, la ciencia debe considerarse más como un bien común que como un bien comercial, como se abordará en la siguiente sección.

UN BIEN COMÚN

La ciencia abierta. Las iniciativas con ese nombre permitieron muchos avances en la investigación durante la pandemia por SARS-CoV-2. Abrieron las puertas al intercambio de datos e información y lograron establecer soluciones en tiempos tan turbulentos para el planeta. Sin embargo, definir la ciencia abierta y ceñirse a un solo concepto es difícil, ya que implica desconocer los múltiples caminos que convergen para llegar a lo que hoy conocemos.

Primero, debemos reconocer que la ciencia abierta es un movimiento relacionado con el acceso abierto (OA) y se basa en la búsqueda de la apertura de la investigación científica (métodos, instrumentos, datos, etc.) en beneficio de toda la sociedad. Es, por tanto, un medio capaz de articular y dinamizar las políticas de ciencia, tecnología e innovación. La colaboración y la contribución son parte fundamental del concepto de ciencia abierta, que además permite generar diálogos multidisciplinarios para integrar a los diferentes actores del proceso investigativo (20). Este movimiento busca hacer la ciencia más accesible, eficiente, transparente y beneficiosa para todos. Está impulsado por los avances del mundo digital; la transición hacia la ciencia abierta hace que la información, los datos y los productos científicos sean más accesibles y fácilmente compartidos, con la colaboración activa de todos los interesados.

Pero llegar a este punto ha implicado un largo recorrido, cambios de paradigma y acciones de ida y vuelta necesarias. El estado actual surgió como resultado de la presión ejercida por las instituciones académicas y los gobiernos para que la investigación financiada con fondos públicos se compartiera de forma más abierta, a menudo con el propósito de acelerar el crecimiento social o económico y la innovación. Los argumentos que se presentaron para lograr tales objetivos incluían los siguientes:

  • Los resultados de investigaciones financiadas con fondos públicos deben estar disponibles públicamente.
  • La necesidad de impulsar un cambio cultural en la investigación y entre los investigadores.
  • La adopción de herramientas y tecnologías basadas en la web para facilitar la colaboración científica.

Por tanto, con base en estas necesidades y levantando estos paradigmas, el martes 27 de octubre de 2020, los Directores Generales de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos realizaron un llamado conjunto a favor de la Ciencia Abierta, apelando a la Sección 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y abogando por una ciencia abierta, inclusiva y colaborativa. Precisamente en línea con el trabajo de la UNESCO, en la 40ª sesión de la Conferencia General, los Estados Miembros encargaron a la Organización el desarrollo de una Recomendación sobre Ciencia Abierta. El documento fue aprobado en 2022 por el órgano supremo de gobierno de esta organización internacional, y las recomendaciones están destinadas a influir en el desarrollo de leyes y prácticas nacionales.

La definición de consenso de Ciencia Abierta (21), adoptada por los 193 países firmantes, es la siguiente:

La Ciencia Abierta es una construcción inclusiva que combina diversos movimientos y prácticas con el fin de poner el conocimiento científico multilingüe a disposición de todos, accesible para todos y reutilizable por todos, aumentar la colaboración científica y el intercambio de información en beneficio de la ciencia y la sociedad, y abrir los procesos de creación, evaluación y comunicación del conocimiento científico a actores sociales más allá de la comunidad científica tradicional. La ciencia abierta abarca todas las disciplinas científicas y se basa en los siguientes pilares clave: conocimiento científico abierto, infraestructuras de ciencia abierta, comunicación científica, participación abierta de los agentes sociales y diálogo abierto con otros sistemas de conocimiento.

Los Estados Miembros se comprometen a “establecer mecanismos de financiación regionales e internacionales para garantizar que toda investigación financiada con fondos públicos cumpla con los principios y valores de la ciencia abierta, vista como una herramienta para reducir la desigualdad entre países y el derecho a beneficiarse del progreso científico.”

El documento señala claramente que un método de publicación en el que el acceso inmediato a las publicaciones científicas se otorgue únicamente a cambio de pago no está en consonancia con sus recomendaciones, y que cualquier transferencia o licencia de derechos de autor a terceros no debe restringir el derecho del público al acceso abierto inmediato a una publicación científica.

Entonces, democratizar la ciencia y el conocimiento es un desafío pendiente y la consecuencia directa de considerar la ciencia como un bien común. Debemos preguntarnos, ¿a quién busca beneficiar la ciencia: a los autores, a las revistas y a las instituciones? ¿o a las personas y al planeta?

SITUACIÓN DE AMÉRICA LATINA

La infraestructura construida en América Latina por sistemas como Redalyc (Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal) o SciELO (Scientific Electronic Library Online) coloca a la región latinoamericana, de una forma quizá impensada, a la vanguardia mundial del acceso abierto no comercial o “diamante”, como se denomina actualmente esta práctica.

Un análisis detallado de las publicaciones científicas en América Latina y el Caribe, basado en la consolidación de los registros de las bases de datos de revistas indexadas en SciELO y Redalyc para el periodo 1909-2019, identifica 1.720 revistas científicas en la región, una colección con casi 800.000 artículos y más de 2.500.000 autores de consulta gratuita. El estudio resalta a las universidades e instituciones públicas como las entidades que sustentan este circuito de publicación regional, y detalla que el número de revistas que operan con el modelo APC en la región es mucho menor que en otros continentes, siendo Brasil el país con mayor peso de esta práctica (22). En América Latina existe una sólida y arraigada tradición donde las publicaciones son principalmente propiedad de universidades y sociedades científicas, en lugar de editoriales orientadas al lucro, ya que su propósito es la difusión de la ciencia y la visibilidad de la producción científica por encima de los intereses puramente comerciales (23).

La otra cara de la moneda es que esta elección a menudo no se representa ni se percibe como un aumento de la visibilidad de la investigación científica. Sin embargo, las cifras muestran que, entre las diversas regiones en desarrollo, la investigación está creciendo y ganando visibilidad. La contribución de América Latina al arsenal científico global está aumentando y representa aproximadamente la mitad de la escala internacional en términos de producción y visibilidad.

América Latina (en el período 2000-2010) ha tenido un crecimiento de más del 9 % anual en su producción científica, lo que se ha traducido en un aumento de casi el 70 % en su participación en los manuscritos mundiales. Esto corresponde a poco menos del 4,4 % de la producción anual mundial de artículos académicos. El impacto de citación para América Latina ha mejorado un 1,6 % anual, aunque sigue estando por debajo del promedio mundial. Clarivate, propietaria de Thomson Reuters, la empresa que publica los conocidos rankings que miden el factor de impacto, destaca en su informe global que el número de investigaciones y artículos académicos (papers y revisiones) de la región, indexados en Web of Science (WoS), ha crecido más rápido que en la mayoría del resto del mundo.

De 2016 a 2020, cinco países de la región (Brasil, Argentina, México, Colombia y Chile) publicaron más de 25.000 artículos registrados en la Web of Science (WoS), la base de datos de artículos más grande del mundo. Otros 12 países publicaron entre 1.000 y 10.000 artículos, y los otros 17 países de la región publicaron menos de 200 artículos por año en promedio. Brasil es, con gran diferencia, el mayor productor de investigación y 10 de los 34 países, incluidos Cuba y México, representan más de tres cuartas partes de la producción regional.

Estos datos deberían llevarnos a reflexionar sobre el concepto de “continente invisible”, como aquel con poca visibilidad en la ciencia, en una lucha constante por obtener citas “globales”, según las reglas impuestas por el mercado del prestigio. A menudo, lo que ocurre es que esta producción, que es verificada, es subestimada tanto por el propio autor como por agentes externos, ya que muchas publicaciones se encuentran precisamente en revistas que pertenecen a un sólido ecosistema regional, pero que no están indexadas en las principales bases de datos comerciales, como WoS o Scopus (24,25).

Las publicaciones académicas han tenido una rica historia en su camino para consolidarse como el vehículo preferido para la comunicación científica. Durante mucho tiempo, este camino no recibió muchos cuestionamientos, ya que su principal objetivo era dar a conocer y validar entre pares los hallazgos científicos producidos por la comunidad académica, que por lo general era pequeña, a pesar de la influencia de algunos de sus miembros.

La evolución natural del sector convirtió la producción de publicaciones científicas en una verdadera industria desde mediados del siglo XX, y su materia prima siempre ha sido el conocimiento generado por las diferentes sociedades y grupos académicos. Sin embargo, esta distribución del conocimiento se desarrolló como una industria con una visión de mercado clara, fuertemente centrada en crear, alrededor de este producto, las condiciones de un bien impulsado principalmente por el prestigio.

Publicar pasó de ser una necesidad para comunicar el conocimiento a una forma de visibilizar la investigación ante un público más amplio, otorgando prestigio individual a quienes lo hacían. Esto permitió a las revistas validar a quienes producían mejor conocimiento para la humanidad, con base en las citas que estos autores eran capaces de obtener dentro de la comunidad y el lugar donde lograban publicar sus hallazgos; a esto último se le llamó impacto. "Publicar o perecer" se convirtió en una regla, una ley silenciosa, no escrita de esta forma, pero que regulaba el crecimiento de la comunidad científica mediante ascensos y reconocimientos por comunicar conocimiento en una revista “prestigiosa” donde existía mayor probabilidad de lograr impacto.

La tecnología lo ha cambiado todo. Hoy, como en muchos otros sectores, la revolución tecnológica ha reducido las barreras de acceso al mercado de publicaciones científicas, demostrando que la intención original de difundir libremente los resultados de las investigaciones realizadas con el método científico, y validadas por pares, puede ser accesible, sin barreras, no solo para la comunidad académica, sino también para el público en general. De este modo, el conocimiento inmerso en cada publicación y la ciencia detrás de él se consumen y comparten cada vez más.

Así, nos encontramos, una vez más, frente a la lucha del pasado contra el presente, y las innovaciones a menudo terminan coexistiendo, al igual que las formas antiguas y nuevas. La industria de revistas científicas, o STM por sus siglas en inglés, ha estado transformando su modelo de publicación y mantenimiento –que antes funcionaba mediante el pago de suscripciones por parte de sociedades científicas, organizaciones y librerías– hacia el cobro por el procesamiento de artículos a los autores o a las entidades patrocinadoras. Este cambio fue motivado, en principio, por el deseo altruista de ofrecer conocimiento sin barreras de acceso, ahora no solo a la comunidad científica donde se genera, sino al mundo entero. Esta última visión parece estar colapsando, ya que los datos muestran que las grandes corporaciones han logrado sortear los cambios tecnológicos para aprovechar los nuevos movimientos en su favor. Esto no debería sorprender si consideramos los recursos inagotables y el know-how que la industria ha forjado a lo largo del tiempo.

Los defensores del acceso abierto corporativo lo ven como una forma pragmática de abrir la investigación a las masas. Pero otros consideran que el nuevo modelo es una corrupción de la visión original, que seguirá canalizando miles de millones de dólares a las grandes editoriales, marginando a los científicos en países de bajos ingresos, y sin resolver los problemas sistémicos más profundos en la publicación científica. (23,26)

Actualmente, quizá la experiencia más destacada en cuanto a un sistema alternativo a los modelos de publicación existentes en el mundo se encuentra en América Latina. Durante los últimos 20 años, la región ha venido consolidando el modelo conocido ahora en otras partes del mundo como "acceso abierto diamante". Este modelo, en su estado puro, corresponde a ese deseo inicial de visibilizar la producción de conocimiento por parte de individuos, organizaciones y países, y ha demostrado que es posible con la financiación de todos aquellos que creen que la ciencia debe ser un bien común. Un modelo que ha venido ganando gran prestigio internacional y que se presenta como una alternativa real para salvarnos del modelo de pago por publicar y sus inequidades, al menos en nuestra región (23).

¿Cuál debería ser el propósito de investigar y publicar ciencia? Las respuestas a esta pregunta pueden ser diversas, dependiendo de a quién se le pregunte. Sin embargo, de forma realista, es muy probable que el acceso abierto termine predominando, respondiendo más a las necesidades de la industria editorial rica y dominante que, con las distintas etiquetas, ha venido construyendo barreras de acceso que solo pueden ser derribadas mediante pagos basados en el mercado del prestigio y su conocimiento del sector. Si esto es lo que finalmente ocurre, será una oportunidad perdida.

Idealmente, deberían coexistir las diferentes visiones y los modelos deberían complementarse entre sí. No vemos un problema ético en que un modelo de publicación sea sostenible en el tiempo, pero no podemos permitir que las reglas del sistema sean dictadas únicamente por oligopolios con fines de lucro, ni que se basen en un mercado del prestigio.

En este sentido, es responsabilidad de las agencias de financiación, de las organizaciones e instituciones propietarias de las revistas, y también de los autores, velar porque la ciencia sea un bien común y porque exista un equilibrio en la comunicación de sus avances y hallazgos. Los criterios de evaluación de las revistas deberían ser amplios, comprensivos e inclusivos en términos globales. Sería necesario cambiar el mercado del prestigio con sus costos adicionales, por un mercado más transparente que permita la sostenibilidad y la expresión universal del conocimiento científico en un mismo nivel o desde la perspectiva adecuada para cada área geográfica.

La próxima vez que estemos eligiendo dónde publicar o financiar una investigación, si nos detenemos a pensar en el sistema de distribución científica que nos gustaría fomentar en el futuro —cualquiera que sea nuestra perspectiva, ya sea la de una simple transacción de conocimiento o una contribución al bien común de la humanidad—, este artículo habrá cumplido su objetivo.

El Dr Caballero es el editor en Jefe de Global Rheumatology 

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