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Desordenes sexuales y del sueño en hombres con artritis reumatoide – la actividad alta de la enfermedad y la discapacidad funcional son factores asociados

Recebido 12 September 2024 Autores:
Pedro Santos-Moreno
pedrosantosmoreno@hotmail.com
Código ORCID
000-0001-7802-0317
Institución
Biomab IPS, Rheumatology, Research department, Bogotá, Colombia.
Título académico
M.D. Rheumatologist. MBA
Gabriel-Santiago Rodríguez-Vargas
santiago.rv18@gmail.com
Código ORCID
0000-0003-1613-7100
Institución
Biomab IPS, Research department, Bogotá, Colombia.
Título académico
M.D.
Laura Villarreal
laura.villarreal@biomab.co
Institución
Biomab IPS, Medical direction. Bogotá, Colombia.
Título académico
Bachelor's in psychology.
Diana Buitrago
dianacarbg@gmail.com
Código ORCID
0000-0001-9761-206X
Institución
Hospital Universitario Mayor - Méderi. Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia.
Título académico
PhD.
https://doi.org/10.46856/grp.10.e198
Citar como:

Santos-Moreno P, Rodriguez-Vargas G, Villarreal L, Buitagro D. Desordenes sexuales y del sueño en hombres con artritis reumatoide – la actividad alta de la enfermedad y la discapacidad funcional son factores asociados. Global Rheumatology. Vol 6/ Ene - Jun [2025]. Available from: https://doi.org/10.46856/grp.10.e198 

Tabla 1
Fig 1 y 2
357 Vistas

Licencia

Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de Creative Commons Attribution (CC .BY. NC-4). Esta permitido copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato. Remezclar, transformar y construir a partir del material . Usted debe dar crédito de manera adecuada, brindar un enlace a la licencia, e indicar si se han realizado cambios. Puede hacerlo en cualquier forma razonable, pero no de forma tal que sugiera que usted o su uso tienen el apoyo de la licenciante. Usted no puede hacer uso del material con propósitos comerciales.

Desordenes sexuales y del sueño en hombres con artritis reumatoide – la actividad alta de la enfermedad y la discapacidad funcional son factores asociados

Introducción: La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad crónica de origen autoinmune y se presenta con mayor frecuencia entre los 40 y 60 años. La AR se asocia a comorbilidades como trastornos sexuales y trastornos del sueño que
afectan la calidad de vida del paciente.

Objetivo: Evaluar los factores de riesgo asociados y la prevalencia de los trastornos sexuales y del sueño en pacientes varones con AR.

Métodos: Estudio de corte transversal analítico. Se incluyeron 273 varones diagnosticados con AR, que fueron evaluados por psicología y se diagnosticaron con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V).

Resultados: La prevalencia de trastornos sexuales fue del 37,7% (103/273) con una mediana de edad de 61 años (Interquartile range [IQR]: 55-65) (p = 0,058). Con respecto a los trastornos del sueño, la prevalencia fue del 30,7% (84/273) con una mediana de edad de 62 años (IQR: 58-67) (p<0,001). Se observó asociación entre la presencia de comorbilidades: diabetes, hipertensión (20,3% vs. 10,6%, p = 0,025), y las comorbilidades autoinmunes (78,6% vs. 59,4%, p = 0,001) con los trastornos sexuales.

Conclusión: Los trastornos sexuales y del sueño están presentes en un tercio de los pacientes varones con AR. Se encontró asociación entre la edad, y la presencia de comorbilidades autoinmunes con los trastornos sexuales y del sueño. El manejo de los trastornos sexuales y del sueño debe ser parte de un esquema de manejo integral en la AR.

Palabras clave (MeSH):  Artritis reumatoide, Disfunción sexual, Trastornos del sueño, Calidad de vida, Trastornos psicológicos.

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad crónica de origen autoinmune que afecta al sistema musculoesquelético y, en la mayoría de los casos, involucra tanto aspectos físico como psicoafectivos [1]. La prevalencia de la AR varía entre el 1 y el 1.5% de la población mundial. Estos valores son similares para América Latina (0.9% a 1.5%) y ocurre con mayor frecuencia entre los 40 y 60 años de edad [2-4]. La AR suele estar asociada con comorbilidades como trastornos del sueño y sexuales, los cuales pueden presentarse en un rango entre el 31 y 70% [5, 6], afectando claramente la calidad de vida de los pacientes. La AR es más frecuente en mujeres que en hombres, con una razón de 3 a 1, y específicamente en los hombres la prevalencia varía entre el 0.2 y 0.5% [7]. La percepción de bienestar de los pacientes se asocia con la discapacidad, el manejo del dolor y la capacidad de comunicarlo.

La AR afecta la función sexual, la capacidad reproductiva y causa síntomas secundarios que afectan la calidad del sueño, el estado de ánimo y la interacción social. La prevalencia de disfunción sexual y trastornos del sueño en pacientes con AR es notablemente alta. La disfunción sexual es una preocupación importante, con estudios que muestran que el 67% de los pacientes con AR experimentan disfunción sexual, particularmente dificultades en el deseo sexual, la excitación y el orgasmo (8). En mujeres con AR, la prevalencia de disfunción sexual es del 47.8%, comparado con el 14.2% en mujeres sanas, lo que resalta la carga significativa de esta condición en la AR (9). Un metaanálisis reporta una prevalencia combinada de disfunción sexual femenina (DSF) en pacientes con AR del 49.1%, siendo la depresión y la menopausia factores de riesgo importantes (10).

En el caso de los hombres, reconocer estos cambios puede ser difícil debido a las expectativas sociales relacionadas con la masculinidad [6, 11]. En este sentido, la relación médico-paciente se convierte en el único puente para identificar este tipo de condiciones, donde los pacientes esperan encontrar espacios de confianza para hablar de síntomas "íntimos" o "sin importancia" que afectan su calidad de vida [12-14]. En la población masculina, se conoce la relación entre alteraciones sexuales y la presencia de AR [15], con una prevalencia de hasta el 15%. El estudio publicado por Guo G, et al. reportó que las alteraciones psicológicas han sido subregistradas en pacientes hombres con AR, debido a la falta de diagnóstico por parte del personal de salud. Sin embargo, encontraron una prevalencia del 78.6% de trastornos del sueño en hombres con AR [16, 17].

La disfunción sexual y los trastornos del sueño impactan significativamente la calidad de vida (CdV) en pacientes con AR, como lo evidencian varios estudios. Tanski encontró que los pacientes con menor calidad de vida y dolor que limita la vida social, tienen mayor riesgo de disfunción sexual, lo cual resalta la necesidad de un manejo integral de estos síntomas para mejorar el bienestar general (18). La mala calidad del sueño se asocia con un deterioro en la salud física y mental, como se ha demostrado mediante herramientas como el Índice de Calidad del Sueño de Pittsburgh (PSQI) y la Encuesta de Salud SF-36 (19, 20).

Existen teorías que explican los trastornos del sueño desde mecanismos inmunológicos, así como por el uso de fármacos biológicos. De igual forma, se ha reportado una relación entre el uso de medicamentos como la sulfasalazina y la leflunomida con trastornos del sueño, así como daño endotelial, lo que lleva a disfunción vascular y eréctil [20, 21, 22]. La descripción de estas patologías se ha hecho principalmente en mujeres. Por otro lado, en hombres, la evidencia sobre estos trastornos es escasa [7]. De acuerdo con lo anterior, el objetivo de este estudio fue conocer la frecuencia y los factores de riesgo asociados a los trastornos del sueño y disfunción sexual en una población de pacientes hombres con diagnóstico de AR que asisten a un centro especializado.

Diseño

Se llevó a cabo un estudio observacional analítico de corte transversal en un centro especializado en el tratamiento de patologías autoinmunes en Bogotá, Colombia.

Población

Criterios de inclusión: se incluyeron todos los pacientes hombres mayores de 18 años con diagnóstico de artritis reumatoide (AR), considerando los Criterios de Clasificación de Artritis Reumatoide del ACR/EULAR 2010 [23]. Los pacientes fueron seguidos y tratados por un reumatólogo, quien realizó un examen clínico (conteo de articulaciones dolorosas e inflamadas, DAS28, HAQ, etc.), además de una prueba de sangre completa para: velocidad de sedimentación globular (VSG), creatinina, alanina aminotransferasa, fosfatasa alcalina, factor reumatoide y anticuerpos anticitrulinados. Los pacientes también fueron evaluados por un programa de atención integral para pacientes con AR, el cual incluye una valoración multidisciplinaria por diferentes profesionales de la salud (reumatólogo, psicólogo, fisiatra, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, nutricionista y químico farmacéutico). Se excluyeron aquellos pacientes que no tenían información sobre actividad de la enfermedad (DAS28) y funcionalidad (HAQ).
Recolección de datos: los datos se obtuvieron del sistema de registros clínicos del centro de reumatología [24]. Para garantizar la confidencialidad de los pacientes, la información analizada no incluyó variables que pudieran identificarlos. La información incluida en este estudio fue recolectada entre julio de 2011 y julio de 2021.

Variables

La presencia de disfunciones sexuales y del sueño fue establecida como variable dependiente. Todas las demás variables se consideraron independientes o factores relacionados: el DAS28 (Índice de Actividad de la Enfermedad) para clasificar la actividad de la enfermedad, categorizada como: sin actividad o remisión (<2.6), baja actividad de la enfermedad (≥2.6 - <3.2), actividad moderada (≥3.2 - <5.1) [25], y alta actividad de la enfermedad (≥5.1); y la funcionalidad/capacidad funcional mediante la escala HAQ (Health Assessment Questionnaire), categorizada en: sin discapacidad (<0.1), discapacidad leve (≥0.1 - <1), discapacidad moderada (≥1 - <2) y discapacidad severa (≥2) [26, 27]. El tratamiento fue clasificado en FAME convencionales (csDMARDs) y tratamiento con FAME biológicos (bDMARDs).
Para el diagnóstico de disfunciones sexuales y del sueño (trastornos psicológicos), los pacientes fueron evaluados por un psicólogo con experiencia en AR, quien basó su diagnóstico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM V), que es un sistema de clasificación integral de los trastornos mentales desarrollado por la Asociación Americana de Psiquiatría. Este manual sirve como una herramienta crítica para los clínicos e investigadores al proporcionar criterios estandarizados para el diagnóstico de los trastornos mentales [28]. Aunque podrían haberse utilizado otros cuestionarios que aportaran información adicional, estos no se incluyeron por limitaciones de tiempo.

De igual forma, la evaluación clínica por parte de los profesionales de salud que hacen parte del programa de atención integral incluye una junta interdisciplinaria que permite evaluar el diagnóstico de disfunciones sexuales y del sueño sugeridas por el psicólogo clínico.

Análisis estadístico

Se realizó un análisis descriptivo de los datos utilizando frecuencias absolutas y relativas para las variables categóricas, y medidas de tendencia central y dispersión para las variables continuas. Se evaluó la relación entre variables comparando la primera evaluación versus el control en el momento del diagnóstico; se consideró un valor de p menor a 0.05 para la prueba de hipótesis. Los datos se analizaron en STATA 12.

Consideraciones éticas

Todos los pacientes otorgaron consentimiento informado por escrito previo a la explicación, para el análisis de los datos. Este estudio tuvo en cuenta la normativa internacional para investigaciones con seres humanos y consideró la normatividad colombiana para la investigación (Resolución 8430 de 1993, “clasificación: riesgo mínimo”). Fue presentado y aprobado por el comité de investigaciones de BIOMAB en sesión ordinaria el 4 de abril de 2019, registrado en la carpeta 25.

Se analizaron un total de 273 pacientes hombres con diagnóstico de artritis reumatoide (AR). La mediana de edad fue de 60 años (rango intercuartílico [RIC]: 54-64). La mayoría estaban casados (64.1%), mientras que el 11.7% eran solteros, el 19% divorciados y el 5.1% viudos. En cuanto a la situación laboral, 143 pacientes (52.4%) estaban laboralmente activos, 65 (23.8%) se dedicaban a actividades recreativas o deportivas, y 62 (22.7%) no tenían una actividad específica; de estos últimos, 30 pacientes (10.7%) se dedicaban a actividades del hogar (Tabla 1).

La frecuencia de trastornos sexuales fue del 37.7% (103/273), con una mediana de edad de 61 años (RIC: 55-65). Dentro de los pacientes con trastornos sexuales, el más frecuente fue la eyaculación precoz, con un 34.9% (Figura 1).

Al analizar los factores asociados a los trastornos sexuales, se encontró que los pacientes con estas condiciones eran significativamente mayores (p = 0.049) y más frecuentemente solteros (25.2% vs. 15.3%, p = 0.001). Además, el consumo de tabaco (21.3% vs. 11.2%, p = 0.022), la presencia de diabetes e hipertensión (20.3% vs. 10.6%, p = 0.025) y las comorbilidades autoinmunes (78.6% vs. 59.4%, p = 0.001) estuvieron significativamente asociadas con la disfunción sexual (Tabla 2).

En cuanto a la presencia de comorbilidades, 60 pacientes (21.9%) presentaban otras enfermedades autoinmunes diferentes a la AR, 122 pacientes (44.6%) tenían enfermedades no autoinmunes, y 44 pacientes (16.1%) presentaban coexistencia de enfermedades autoinmunes y no autoinmunes. Los 91 casos restantes (33.3%) no reportaron comorbilidades.

Respecto a las características de la AR en la población estudiada, la actividad de la enfermedad mostró que 89 pacientes (32.6%) estaban en remisión, 50 (18.3%) con baja actividad, 93 (34.1%) con actividad moderada, y 41 (15%) con alta actividad de la enfermedad. En cuanto a la terapia farmacológica, 68 pacientes (24.9%) estaban en tratamiento con bDMARDs y 205 (75.1%) con csDMARDs (Tabla 2).

Se compararon las mediciones clínicas relacionadas con la AR en el momento de la evaluación inicial, encontrando una mediana del DAS28 de 3.17 (RIC: 2.38-4.49). Para la capacidad funcional (HAQ), la mediana fue de 0.25 (RIC: 0.12-0.75). En el análisis, los pacientes con trastornos sexuales presentaron una mediana de DAS28 de 3.55 (RIC: 2.63-4.73), mientras que los pacientes sin trastornos sexuales tuvieron una mediana de 3.02 (RIC: 2.24-4.29) (p = 0.004). En cuanto a la funcionalidad, los pacientes con trastornos sexuales tuvieron una mediana de HAQ de 0.375 (RIC: 0.125-1.125) y los que no los presentaban una mediana de 0.125 (RIC: 0.12-0.5) (p = 0.001).

La frecuencia de trastornos del sueño fue del 30.7% (84/273). La mediana de edad de los participantes con trastornos del sueño fue de 62 años (RIC: 58-67). Los trastornos del sueño más comunes se describen en la Figura 2, siendo el insomnio el más prevalente (77.3%). Al igual que en los trastornos sexuales, se exploraron las asociaciones entre los trastornos del sueño y las variables sociodemográficas y clínicas, encontrándose que tanto la edad como la presencia de comorbilidades estaban asociadas a los trastornos del sueño. Al igual que en los trastornos sexuales, los pacientes con trastornos del sueño eran significativamente mayores (p = 0.001) y estaban más frecuentemente desempleados (35.7% vs. 49.7%, p = 0.032).

Además, la presencia de comorbilidades autoinmunes estuvo fuertemente asociada con los trastornos del sueño (84.5% vs. 58.7%, p = 0.001) (Tabla 2). También se compararon los valores de DAS28 y HAQ de la primera evaluación según la presencia de trastornos del sueño: los pacientes con trastornos del sueño presentaron una mediana de DAS28 de 3.79 (RIC: 3.08-5.42), mientras que aquellos sin trastornos del sueño tuvieron una mediana de 2.94 (RIC: 2.24-4.17) (p < 0.001). En cuanto a la capacidad funcional, el grupo con trastornos del sueño presentó una mediana de HAQ de 0.37 (RIC: 0.122-1), comparado con una mediana de 0.25 (RIC: 0.12-0.625) en el grupo sin trastornos del sueño (p = 0.008).

La asociación entre la artritis reumatoide (AR) y los trastornos sexuales y del sueño ha sido poco estudiada en hombres, a pesar de su impacto en la calidad de vida y en el manejo integral de esta enfermedad crónica. Este estudio, realizado en un centro especializado en reumatología en Bogotá, Colombia, se centra en una población subrepresentada en la literatura científica, destacando los factores clínicos y sociodemográficos asociados con estas condiciones. En comparación con otras poblaciones, la cohorte colombiana masculina con AR examinada en este estudio refleja un conjunto distinto de desafíos, resaltando la importancia de considerar las diferencias en las características para el manejo de estos trastornos.

Este estudio descubrió que los trastornos sexuales se encontraron en un tercio de los pacientes, siendo la eyaculación precoz el más común, y se asociaron con una mayor actividad de la enfermedad (DAS28 mediana de 3.55) y una peor capacidad funcional (HAQ mediana de 0.375). Estos hallazgos están en línea con estudios previos, pero la tasa de prevalencia observada aquí es menor que el 50-60% típicamente reportado en la literatura para pacientes varones con AR (29). Los trastornos del sueño afectaron a un tercio de los pacientes, con asociaciones similares a la actividad de la enfermedad (DAS28 mediana de 3.79) y al deterioro funcional (HAQ mediana de 0.37). Estos hallazgos resaltan la frecuencia significativa de los trastornos sexuales y del sueño en pacientes masculinos con AR y subrayan la necesidad de una mejor comunicación y un manejo integral que incluya atención a estos aspectos de la salud del paciente.

La relación entre los síntomas de la AR y su impacto en los aspectos psicológicos es clara, lo que implica una alteración en la calidad de vida y el bienestar social (18). Por esta razón, la identificación de patologías como los trastornos sexuales y del sueño se ha convertido en parte del manejo integral al abordar a un paciente con AR, obligando a los centros de tratamiento a estructurar programas de atención interdisciplinaria, con el objetivo de lograr una mejora global para los pacientes y su enfermedad. Por esto, estas intervenciones han mostrado efectividad independientemente del género. Aclaramos que el análisis realizado en este estudio reafirma la necesidad de un enfoque integral para todos los pacientes con AR, a pesar de que no haya diferencia entre hombres y mujeres, la población masculina representa una proporción considerablemente menor y, por tanto, disminuye la probabilidad de consulta [11, 13]. De acuerdo con lo anterior, el enfoque comienza con una adecuada relación entre el paciente y el profesional de la salud, lo que requiere que se generen espacios de confianza para que el paciente pueda comunicar este tipo de síntomas, o poner a disposición expertos en psicología dentro del equipo interdisciplinario, bajo el contexto cultural, donde la sociedad machista dificulta la comunicación del paciente masculino con el médico tratante [30]. Esta necesidad se refleja en estudios que informan que solo el 36% de los pacientes mencionaron otras patologías concomitantes con su AR de base y el 64% restante no confiaba en su médico, o la consulta fue demasiado corta para hablar de ello [30].

Adicionalmente, entre el 31% y el 56% creen que este tipo de enfermedades no son relevantes y no están asociadas con la AR, al igual que la presencia de enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, que han sido relacionadas con la AR [31-34]. Debido a lo anterior, la educación, el afrontamiento y la aceptación de la enfermedad se convierten en herramientas para mejorar esta comunicación y así garantizar un tratamiento global de la AR y sus comorbilidades.

Nuestros resultados reportan una frecuencia menor de trastornos sexuales, pero esto podría explicarse por la falta de confianza del paciente en los profesionales de salud, dado que los pacientes incluidos en este estudio ingresaron al programa de atención integral del centro de referencia en AR. Este argumento coincide con lo descrito en la literatura, ya que la identificación temprana generalmente ocurre en la segunda o tercera consulta, una vez que se ha establecido la relación médico-paciente [35]. Van Berlo señala que los hombres tienden a priorizar su apariencia física y funcionalidad corporal, mientras que las mujeres ponen mayor énfasis en los aspectos emocionales, sociales y culturales. Este contraste refleja cómo las expectativas sociales influyen en la percepción de las condiciones asociadas con la AR en ambos géneros [37].

Según lo analizado en este estudio, la relación entre la actividad de la enfermedad y la funcionalidad del paciente es clara, con la presencia de trastornos sexuales (p = 0.004), porque los pacientes sin alteraciones sexuales presentaban mejores mediciones clínicas en la primera evaluación. Esto refuerza la noción de que la actividad de la enfermedad, particularmente su impacto en la funcionalidad, es un factor clave que contribuye a la disfunción sexual en pacientes varones con AR. Esta asociación se entiende por la fisiopatología de la AR, que implica rigidez, dolor agudo y crónico, y alteraciones en los mecanismos hormonales relacionados con la inmunomodulación; esto también podría explicar la asociación entre comorbilidades autoinmunes y la presencia de trastornos sexuales (p = 0.001) y del sueño (p < 0.001). En relación con el dolor, el compromiso articular, específicamente en la cadera, rodilla y extremidades superiores, dificulta las actividades relacionadas con las relaciones sexuales, más en hombres que en mujeres, lo que afecta la actividad sexual, el deseo sexual y la masturbación [19, 29, 36]. Esta distinción entre hombres y mujeres en la forma en que el compromiso articular impacta la actividad sexual subraya la necesidad de un enfoque específico de género al abordar la disfunción sexual en pacientes con AR.

Otro aspecto relevante que se asoció con los trastornos sexuales fue el consumo de tabaco, comorbilidades autoinmunes, depresión-ansiedad y diabetes-hipertensión, los cuales están relacionados con la disfunción eréctil y se explican por daño directo al endotelio, alteraciones en el músculo liso, y su consecuencia directa en la insuficiencia vascular [15, 19]. La compleja interacción entre estos factores y la disfunción sexual resalta la necesidad de un enfoque integrado al tratamiento de la AR que considere no solo los síntomas propios de la AR, sino también las comorbilidades que pueden exacerbar los problemas de salud sexual.

Sin embargo, en este estudio no se encontró asociación entre los trastornos sexuales y los trastornos del sueño con la depresión y ansiedad, a pesar de que algunos autores reportan relaciones significativas [6]. Esta relación puede explicarse porque si existe una patología mental de base, los demás componentes emocionales se ven afectados, entre ellos los sexuales. Del mismo modo, es bien conocido que este tipo de patologías está directamente relacionado con trastornos del sueño, ya sea por la patología en sí misma o por el tratamiento farmacológico concomitante. Es importante señalar que esta relación también está asociada con la edad, ya que los pacientes de mayor edad tienen mayor probabilidad de presentar alteraciones vasculares ateroscleróticas, lo cual reafirma lo encontrado en este estudio [36]. Como tal, la edad debe considerarse un factor significativo al evaluar el riesgo de disfunción sexual y trastornos del sueño en pacientes con AR.

Al comparar los trastornos sexuales en mujeres, la diferencia en los síntomas es clara, ya que lo que más afecta a los hombres es la eyaculación precoz y la disminución del orgasmo, mientras que en las mujeres es la dispareunia y la sequedad vaginal. Estos problemas podrían mejorar si hay un tratamiento para la AR y una intervención psicológica tanto con el paciente como con su pareja [38, 39]. Finalmente, no se encontraron diferencias significativas con el uso de FARME (p = 0.85) y la disfunción sexual, aunque la literatura lo sugiere, específicamente con el uso de metotrexato y leflunomida. Este hallazgo contrasta con algunos informes de la literatura, pero podría reflejar diferencias en las poblaciones de estudio o en los regímenes de tratamiento. Una vez que se diagnostica la AR y se inicia el tratamiento farmacológico, con la mejora de la actividad de la enfermedad, se espera un impacto directo en los aspectos psicológicos y sexuales del paciente [6].

Con respecto a los trastornos del sueño, hay una explicación sobre un ciclo patológico que comienza con la presencia de dolor crónico y termina con la alteración de los mecanismos proinflamatorios. Abad describe que las alteraciones del sueño elevan el TNF y la IL-6, que están presentes en los procesos autoinmunes y en pacientes con AR, empeoran e incrementan la actividad de la enfermedad, y que al no ser controladas generan dolor crónico, lo cual a su vez causa alteraciones del sueño como disminución de la calidad del sueño, sueño no reparador y múltiples despertares [18, 39]. Otra patología descrita en este tipo de trastornos es el síndrome de apnea/hipopnea obstructiva del sueño (SAHOS), que es más frecuente en hombres debido a su estructura muscular y se asocia con la reducción de la apertura mandibular por compromiso articular (temporomandibular), y en algunos casos se presenta artritis en la articulación cricoaritenoidea, generando hipoxia y privación del sueño, siendo más frecuente en hombres que en mujeres [18, 35].

Finalmente, en este estudio fue posible establecer la asociación entre la edad (p = <) con los trastornos sexuales y del sueño, y la actividad laboral (p = 0.003) con el trastorno del sueño, lo cual podría explicarse porque los hombres son más activos laboralmente, lo que mejora su actividad física y por ende el dolor crónico [40]. Participar en el trabajo y la actividad física puede ayudar a mitigar el dolor crónico y mejorar la salud general. Como tal, el tratamiento de la AR debe incorporar modificaciones del estilo de vida junto con intervenciones farmacológicas para optimizar los resultados del paciente [40].

Los nuevos desarrollos farmacológicos han permitido un mejor control de la enfermedad. Sin embargo, los costos y los efectos adversos que aún no se han descrito en detalle requieren un monitoreo de farmacovigilancia por parte del profesional de la salud. Esto debe darse bajo una estructura integral donde se consideren las características culturales y de género. De acuerdo con esto, los centros de tratamiento integral desempeñan un papel relevante en el manejo de la AR y el tratamiento personalizado, donde los “objetivos por diana” se han convertido en el camino que muestra mejores resultados. De esta misma manera, una vez que el paciente es abordado integralmente, pueden implementarse estrategias educativas y actividades recreativas que podrían mejorar la calidad de vida, y que impactarán directamente en la actividad de la enfermedad y la funcionalidad del paciente.

Es importante destacar la relevancia de generar espacios adaptados a cada paciente, donde el contexto personal y cultural juegue un papel significativo al abordar integralmente las patologías exclusivas del hombre, obligando a la construcción y adaptación de estrategias para la búsqueda activa de los trastornos sexuales y del sueño, e iniciar un tratamiento oportuno. Todas estas acciones disminuirían los tiempos de diagnóstico e inicio del tratamiento, afectando directamente el pronóstico, tanto de la AR como de sus comorbilidades [9, 41].

Este estudio tiene importantes limitaciones, considerando que no se utilizaron escalas específicas, únicamente el DSM-V para el diagnóstico de trastornos sexuales y del sueño. Sin embargo, la experiencia adquirida y el apoyo del grupo interdisciplinario, especialmente la evaluación psicológica, nos acercan a la realidad de estos pacientes. Otra debilidad del estudio es que, a pesar de ser un estudio transversal analítico, no puede establecer una asociación causal directa debido a su diseño. Sin embargo, sí permite examinar variables de interés que pueden influir en los resultados descritos. Entre los principales sesgos presentes se encuentra el sesgo de selección, ya que la población elegida es altamente específica de un centro de referencia para artritis reumatoide, y la selección se realizó por conveniencia.

Para abordar estos problemas, estudios futuros podrían incorporar medidas más objetivas y considerar poblaciones más amplias y diversas. Además, sería valioso evaluar rutinariamente la función sexual y los trastornos del sueño durante las consultas a pacientes varones con artritis reumatoide, para mejorar la detección e intervención tempranas, mejorando así la calidad de vida de estos pacientes.

Nuestro estudio reporta una frecuencia de trastornos sexuales y del sueño en un tercio de los pacientes hombres con artritis reumatoide (AR), lo cual es similar a lo descrito en estudios previos. Encontramos que la edad, la presencia de comorbilidades autoinmunes y no autoinmunes, la actividad de la enfermedad y la funcionalidad del paciente se asociaron con trastornos sexuales y del sueño. Finalmente, las habilidades de comunicación entre los pacientes y los profesionales de la salud, considerando las características de cada paciente y su contexto social y cultural, necesitan mejorar. Esta estrategia debería formar parte de un esquema de manejo integral que involucre diferentes especialidades de la salud y que ofrezca no solo un tratamiento farmacológico, sino también un abordaje que prevenga comorbilidades. Para mejorar la práctica clínica, es crucial integrar evaluaciones rutinarias de la salud sexual y la calidad del sueño en las valoraciones de los pacientes con AR. Este enfoque podría conducir a un mejor manejo y resultados para estos pacientes, ayudando a identificar y abordar problemas que pueden afectar su calidad de vida.

Los autores declaran que no existen conflictos de interés con respecto a este manuscrito.

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Figure 1. Description of sexual disorders

Figure 2. Description of sleep disorders