En una época en la que el binomio salud-enfermedad domina todas las atenciones, cataliza energías y sirve tanto de justificaciones como de ignominiosas omisiones de responsabilidad, su libro "La fabulosa historia del hospital desde la Edad Media hasta nuestros días" (La fabuleuse histoire de l'hopital du Moyen Âge a nos jours. C'est l'hôpital qui se moque de la charité! Éditions les Arènes, Paris, 2016) es, contrariamente a lo que uno podría imaginar, una lectura agradable e incluso divertida.
En lenguaje accesible, Fabiani nos recuerda las asociaciones entre la palabra hospital y su origen en el latín medieval. Huésped deriva de hospes, de ahí también Hospitale, que generó el francés hospital (ahora hôpital). En la misma línea, la hospitalidad y el hospicio. En abreviatura, de hospital a hostel, hotel: una posada que en un principio sirvió para albergar a los peregrinos, para luego convertirse en depósito humano de mendigos, molestos fastidiosos, prisioneros, ancianos, enfermos y locos. Miserable, marginal.
A partir del primer Hôtel-Dieu de Paris, el "albergue de Deus", del año 651, el autor parece querer llevarse todo el carbón a su escargot, privilegiando los pasajes franceses en esta larga trayectoria de evolución en el cuidado de la salud. Pero es un hecho inequívoco que hasta casi mediados del siglo XX fue Francia quien dictó gran parte de lo que se puede clasificar como medicina occidental moderna. La transformación provocada por la revolución francesa, que quita el poder de los religiosos en la administración de los hospitales y la responsabilidad hacia esos "huéspedes", culmina con la iniciativa de Napoleón de seleccionar médicos por concurso público para atender a los militares heridos, lo que promueve una aproximación con la academia y una enseñanza de la medicina más programática. El perfil de los pacientes también cambió: hasta entonces, cualquier persona que tuviera posesiones sería atendida en su casa.
La experiencia personal, la formación profesional y los retos de la carrera del autor enriquecen la obra con episodios donde no falta el buen humor, sin descuidar la mirada crítica. Un buen ejemplo es la referencia al excesivo papel de la industria farmacéutica en la formación del conocimiento médico, por omisión institucional y social, que genera conflicto de intereses y sobrecarga al sistema de salud.
También hay cuestiones relacionadas con la arquitectura hospitalaria, disociaciones entre necesidades y practicidad, contrastando motivos sanitarios y fines estéticos. Entiendo que puede haber, en esto, quizás, un nuevo malentendido del origen de la palabra, confundiendo las concepciones actuales de hotel y hospital. Un sesgo que también sirve, no pocas veces y con pesar, a ciertos objetivos de la justicia, en particular a los involucrados en fraudes políticos que buscan en los hospitales un refugio temporal providencial.
Hay muchos ensayos interesantes y únicos: oponiéndose a los propósitos bíblicos, la reina Victoria se convierte en un ejemplo de un parto indoloro; Madame Lafarge, una descendiente bastarda de la Casa de Orleans, sospechosa de envenenar a su marido con arsénico, sirve de inspiración para Bovary de Flaubert; la trágica pasión que enfermó a Ernest Duchesne y retrasó el uso de penicilina durante cinco décadas; el debido respeto por una dama de grandes pechos y el recuerdo de un juguete de la infancia llevó a Laennec a la invención del estetoscopio, el instrumento médico más emblemático; el intrépido Jamot está listo para despertar a un continente dormido por la mosca tsetsé ... Se aprende de la narración de éxitos y fracasos hasta esta nueva época de extrañeza.
Entre tantas historias, las de otras pandemias, con énfasis en la gran plaga. Jean-Noël dice que, por orden del Papa Inocencio VII, en 1233, en medio de la Inquisición, los gatos debían ser eliminados por sus "notorias" relaciones de servidumbre al diablo y brujería. Se estima que la peste bubónica transmitida por ratas asiáticas se cobró 25 millones de víctimas en cinco años, del 30 al 50% de la población occidental en ese momento. Desconocimiento, ignorancia del poder y creencias infundadas: la escasez de gatos ciertamente no fue la única causa, pero se echaron mucho de menos en los puertos de entonces.
En un momento en el que sería aún más deseable no necesitar un hospital, conviene recomendar un buen libro como recurso terapéutico, para ser leído preferiblemente a una distancia social segura.