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Una vida entre academia, medicina y familia

Por : Estefanía Fajardo
Periodista científica de Global Rheumatology by PANLAR.



04 Diciembre, 2020

https://doi.org/10.46856/grp.25.e032
Citar como:
Fajardo E. Una vida entre academia, medicina y familia [Internet]. Global Rheumatology. Vol 1 / Jun - Dic [2020]. Available from: https://doi.org/10.46856/grp.25.e032

"A la Dra. Gloria Vásquez le gusta hablar de su familia, sus estudiantes y el campo. Disfruta de cada reto porque su lema es trabajar con pasión y compromiso."

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Se ríe cuando intenta describirse a sí misma, pero no duda cuando describe a quienes la apoyaron en su proceso. Es orgullosa de sus raíces, y una ‘mamá gallina’ con sus estudiantes. Goza de una familia a la que hace mes y medio llegó Jerónimo, su nuevo integrante, así como del campo desde que era pequeña. Entre su familia, la academia y la Medicina transcurre su vida, una de la que se siente orgullosa y que busca ser ejemplo para las siguientes generaciones.

Gloria Vásquez es internista y reumatóloga con doctorado en inmunología en la Universidad de Antioquia. Trabaja como docente en el área de inmunología y reumatología de esa universidad en Medellín, Colombia.

Los retos en su vida son casi que una constante, y su palabra favorita es pasión. Porque, para ella, sin eso, casi que nada podría tener un final exitoso. Precisamente eso fue lo que le imprimió a PANLAR 2020, que no solo por ser presidenta del Comité Científico significó un nuevo punto en su carrera, sino por serlo precisamente en medio de una pandemia y adaptarse a lo que ahora es una palabra común: virtualidad.

Participó en PANLAR como representante de los países del área bolivariana y estuvo en el “proceso de transformación que llevó a una organización sin ánimo de lucro”, por lo cual el vínculo creció durante todos estos años.

“Fue todo un reto. Desde el principio, cuando me nombraron, me sentí halagada. Me encantan los retos que tengan que ver con educación, entonces fue apasionante asumir ese cargo. Posteriormente, el proceso de organización del evento fue maravilloso porque se hizo una convocatoria en toda América para quienes deseaban participar, qué tipo de propuesta académica y tema querían desarrollar”, cuenta la doctora Vásquez.

El siguiente reto era tratar de hacer un congreso dinámico, participativo y no solo con sesiones académicas presenciales y fijas, “sino incluir conversatorio, talleres, debates”. Recibimos propuestas con temas muy variados, muchísimos intereses y ganas de mostrar lo que hacían en cada una de sus áreas”, explica, agregando que seguía entonces el proceso de selección de temas y armonizar porque encontramos propuestas similares.

“Todo lo construimos presencial, estaba armado completamente y estructurado, con participación de la gente, talleres, sesiones interactivas. Todo listo para arrancar y llegó la pandemia”, señala. Por lo cual, dice, “fue todo un reto porque sabíamos que la disponibilidad del tiempo era mínima, que ya no podíamos hacer sesiones tan participativas porque la virtualidad tiene algunos límites, que debíamos optimizar tiempo y disponibilidad de las
personas”.

Entonces vino un segundo proceso: seleccionar cuáles sesiones se mantenían. “Eso nos llevó a depurar algunos eventos previamente elegidos. Luego se decidió cuáles eran pregrabadas, cómo se estructuraban, las en vivo y con esto se tomó la decisión de un congreso virtual”. Confiesa además que toda nuestra vida se virtualizó y se trató entonces de cómo asumir y cómo acomodarnos. “Lo primero era lo profesional, no podíamos abandonar a los
pacientes en pandemia y debíamos buscar herramientas, entonces empezaron las consultas virtuales y generar todo lo necesario para trámites y demás”, sostiene. Lo segundo es la virtualización de los eventos académicos. “Las charlas, asumir tiempos más cortos, mensajes concretos para que se disfrutaran y poder estar presentes. Lo tercero fue nuestra vida, la pandemia nos cambió por completo nuestras dinámicas”.

Para este punto se trataba de inicialmente seleccionar que el tema fuera pertinente. Que la propuesta llenara las expectativas del público, que las personas que habían hecho las propuestas fueran idóneas. Y además lograr alianzas, “cuando se recibían propuestas del mismo tema, se hablaba con los proponentes y lograr un simposio que tuviera todo. Y así lograr consolidar un programa que fuera atractivo”, manifiesta la doctora Vásquez.

Para la presencialidad fueron tres sesiones de trabajo, cada una de dos días para seleccionar propuestas y temas y organizar lo construido. Posteriormente, para la virtualidad, cerca de cuatro sesiones de todo el día para rediseñar el programa, seleccionar y montarlo. Y así fue como se construyó una agenda académica para PANLAR 2020 adaptada a la virtualización y a la llamada “nueva normalidad”.


VOCACIÓN DE ENSEÑANZA

No le queda una pizca de duda de su vocación por la Medicina, la cual solo se ve superada tal
vez por la de enseñar. Y cuando las une resulta una mezcla que la llena de vida, de motivación
y de ganas de seguir adelante.

“Desde que terminé Medicina mi vocación ha sido más enseñar que el mismo ejercicio de ella. Desde el año rural fui docente de la Universidad CES y de ahí en adelante toda mi vida lo he sido. Todos mis esfuerzos son por mantenerme actualizada, estar en contacto con la gente en formación, motivarlos y apasionarlos por lo que hacemos. Ha sido toda una vida dedicada a ser docente en nuestra área”, cuenta la doctora Vásquez.

Recuerda además que en sus primeros años de Medicina en la Universidad CES, el doctor Carlos Agudelo, reumatólogo colombiano que ejerció en Estados Unidos, era docente en la universidad y organizó un simposio de Reumatología al que llevó especialistas reconocidos. “En ese evento tomé la decisión de ser reumatóloga y eso podría ser cuarto semestre, de ahí en adelante se convirtió en mi propósito de vida”, indica.

Cuando empezó eran solo 11 mujeres de 80 estudiantes. “En este momento esos porcentajes han cambiado y ya son más mujeres las que estudian Medicina en los grupos actuales”, y destaca que de los 17 residentes de Medicina Interna, era ella la única. Por lo cual destaca que la labor de la mujer es destacable y un esfuerzo constante a lo largo de los años enmarcada en las luchas que se dan por fuera y dentro de la academia.

“Cada vez más las mujeres ocupan espacio en el proceso de formación como médico y especialistas. En Reumatología ha crecido exponencialmente y eso le ha permitido también aumentar su participación en PANLAR, EULAR, Colegio Americano de Reumatología”, sostiene, y agrega que en 2020 la participación de las mujeres en procesos de liderazgo está cerca a un 60-40 en distribución y tiene la confianza en que “hay más participación activa”.

“Todos podemos participar en una misma asociación si se tiene claro el mantener la equidad y que el género no sea un determinante en brindar una oportunidad u otra. Nos podemos mantener unidos mientras seamos equitativos”, agrega.

Es hija de médico, “mi padre fue cirujano general y en mi casa la Medicina tuvo muchísima presencia. La vida de mi padre fue entregada a su trabajo, fue un gran ejemplo y motivador. La única duda, tal vez, fue que me gustaban los animales y otra opción podría ser medicina veterinaria”, así se refiere a Licinio Vásquez, su primer ejemplo en esta profesión.

“Desde el colegio me gustaba enseñar. Terminando los últimos años de bachillerato en el balcón de mi casa tenía un tablero y le daba clases a mis compañeras de materias en las que estaban flojas como química y física. Luego, cuando terminé Medicina lo que yo quería era enseñarle a otra persona lo que hacía”, cuenta.

Señala además que uno de sus defectos es que asume a los pacientes con demasiado cariño y pasión, “y cuando tiene muchos, el ejercicio se vuelve difícil porque no puedes mantener las distancias. Lo que hice fue tomar la decisión de poner límites en los tiempos y dividir entre pacientes y educación. La gente puede decir que estoy loca”, y cierra con una de las tantas risas que se pueden escuchar en la conversación, esas que casi siempre vienen después de hablar de algo de ella, de describirse.

“Muero por mis estudiantes, mi esposo dice que parecen hijos míos. De profesora me gusta exigir, pero me gusta mostrar pasión y compromiso, eso es dar ejemplo y con el ejemplo espero motivarlos. Si ellos lo ven en su profesor, así asumen el reto”, dice sobre sus alumnos, a quienes ve frecuentemente y, confiesa, al ver sus logros llora y se emociona. “Los tengo alrededor del mundo y verlos en la cima me emociona muchísimo”.

Además, cuenta que son esos estudiantes los que enseñan todos los días. “Creo que eso es lo más apasionante de ser docente, todos los días aprendo de ellos increíblemente, y eso es lo que más disfruto. A diario me ponen retos, me cuestionan, me motivan, eso es lo que me hace crecer, mantenerme activa y viva, por eso no considero la idea de parar”.

Sin embargo, ahí no para su vocación para educar. Sus consejos van encaminados a preguntar siempre los por qué, “por qué ocurrió eso, por qué tomo esta decisión. No aprendan como una grabadora sin ningún sentido, siempre entiendan el por qué lo aprenden. Ese es uno de los lemas que siempre les repito”.

Pero además de la medicina y la academia hay algo que la mueve como ser humano: el campo. “Como buena antioqueña* soy montañera, me gusta la montaña, el ganado, montar a caballo lo disfruto tremendamente. Cuando la violencia en nuestro país, nuestro distanciamiento en el campo fue obligatorio y en esos años me dediqué a mi profesión”, dice, y cuenta además que tiene tres perros, una gata y cuando va a la finca está el ganado. “Las
labores del campo me parecen espectaculares”, cierra.


SU FAMILIA

Su esposo es José Vicente González, con quien estudió Medicina. Él se especializó en urología y ejerce dedicado más que todo a cáncer, pero sus palabras por lo que es como persona no las escatima. Llueven los calificativos y la admiración por el padre de sus dos hijas, María Antonia, de 28 años, y Julia, de 27.

“Tengo un marido maravilloso. He tenido un esposo y unas hijas con una paciencia y un grado de tolerancia maravillosas con respecto al tiempo que invierto en la Medicina y la educación. Ellos han sido unas personas maravillosas entendiendo”, dice.

Entre risas dice “ninguna estudió Medicina” al contar que María Antonia es ingeniera industrial, mientras que Julia se decidió por estudiar Mercadeo. Le dolió “un poquito” que no hubiera inclinación por la Medicina, “mi esposo es una persona muy abierta, comprensiva y me decía que había que dejarlas crecer y hacer su camino. Si hubieran sido médicos quizá el camino estaría abierto con nuestros logros, pero ahí van creciendo en sus profesiones. Me
guardé mis sentimientos, pero no intenté influenciar”, confiesa.

“Las dinámicas como familia han cambiado, antes vivíamos todos juntos ya ellas tienen sus familias y ahora aprovechamos los fines de semana para vernos. A mi esposo le gusta cocinar y es un plan juntos, o disfrutamos visitar el campo, disfrutar de los animales. Y, además, como buenos antioqueños, conversar”, cuenta.

Disciplina, responsabilidad y pasión. “Sea lo que sea que decidan, háganlo con esas tres palabras”, finaliza al hablar de las bases que le ha entregado a sus hijas para la vida.

A lo largo de su carrera ha tenido muchos mentores, profesionales que no solo le han enseñado en el campo de la Medicina sino en el crecimiento humano y es clara al mencionarlos.

“El doctor Carlos Agudelo, fue mi profesor en la facultad de Medicina y fue mi referente. Por él tomé la decisión de ser reumatóloga, fue mi motivador. Después me apoyó en muchas etapas en mi crecimiento y aún en el doctorado. Tengo como referente al doctor Javier Molina, a mis compañeros después en el ejercicio de la Reumatología como el doctor Óscar Uribe y mucho que agradecer a mis profesores de la especialización doctor Peña, Iglesias,
Lizarazo, Rondón, Sánchez, y Chalem, quienes fueron mi apoyo, mis referentes y motivadores”, ellos, asegura, le enseñaron el gusto y la pasión por lo que haga.

Hace mes y medio nació su primer nieto. Un nacimiento en medio de una pandemia y algo sorpresivo, pero que sin duda supuso un reto y una alegría inmensa para todos como familia. Jerónimo llegó para, por ahora, alegrar sus fines de semana mientras los tapabocas, distanciamiento físico y demás medidas de autocuidado sean la premisa en el día a día.

“Me encanta, y aunque suene light, disfruto ver televisión. Soy apasionada por series y películas, las históricas, las de drama y misterio”, cuenta la doctora Vásquez al hablar de esos espacios que tiene para disfrutar de cosas que alejadas de la academia o la Medicina.

Le aprendió a su esposo el respeto. “Él respeta lo que el otro quiera, lo que el otro ambiciona, desea. Ese respeto ha permitido que yo tenga mi espacio para el crecimiento personal, aún cuando implica sacrificar tiempo con él o con mis hijas. Esa es una de sus grandes virtudes y ha sido maravilloso”, indica.

Se describe como una mujer trabajadora, responsable, muy respetuosa de la autoridad, disciplinada. “Yo diría que, como dicen los jóvenes de ahora, una nerd”. Y se ríe

“Esta pandemia le dejó como enseñanza la capacidad de asumir retos. Todos cada día nos hemos tenido que adaptar a alguna cosa, desde transacciones bancarias hasta la comunicación. Todo lo ha exigido esta pandemia”, concluye.

*Antioqueño es el gentilicio para las personas nacidas en Antioquia, Colombia. También se les denomina ‘paisas’ y, por ser una zona de montañas y tradiciones campesinas, de ahí viene la expresión ‘montañera’ que utiliza la doctora Vásquez’.

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