Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos revelaron hace algunos años en su informe semanal de morbilidad y mortalidad, que la vacunación era uno de los avances más importantes en materia de salud pública durante el siglo XX1. El uso de las vacunas se convirtió en pilar fundamental para la salud en los extremos de la vida; niños y ancianos logran controlar más de 16 enfermedades con esta medida de prevención primaria.
Es fácil entender, luego de revisar los datos previos, que todos los organismos de liderazgo global tengan las esperanzas puestas en la vacunación como forma de restaurar el orden mundial tras el caos inducido por el Sars-CoV-2.
Sin embargo, desarrollar una vacuna o cualquier fármaco para el consumo humano requiere del cumplimento de un proceso de investigación estandarizado con unos tiempos de ejecución plenamente establecidos.
El proceso no es tarea fácil, las compañías farmacéuticas pueden tardar hasta 15 años sorteando las complejas pero necesarias fases del desarrollo farmacéutico. Por más premura que nos imponga la pandemia, incumplir con las fases de investigación implica pasar por alto peligrosos riesgos. Un defecto en el proceso de fabricación puede provocar un brote de enfermedad.
Así sucedió en el llamado incidente Cutter, en el que una vacuna antipoliomielítica defectuosa -fabricada por Cutter Laboratories- produjo 40.000 nuevos casos de poliomielitis, incluidos 200 casos de parálisis y 10 muertes.2 Por eso preocupan los anuncios, al mejor estilo de una cartelera de cine, informando sobre la llegada de la nueva vacuna contra el coronavirus patrocinada por tal o cual laboratorio o país.
Es inevitable preguntarse ¿se surtieron los pasos y tiempos necesarios para una correcta puesta a punto de estos delicados fármacos?
Los estímulos para desarrollar con prontitud una vacuna pasan por intereses científicos, económicos y políticos. Pasar a la historia como el descubridor de la vacuna contra el Sars-CoV-2 puede ser motivo suficiente para entrar en esta carrera.
También es razonable considerar el interés económico como causa de este afán. Los científicos que trabajan en estos campos suelen ser austeros y de personalidad filantrópica, pero no solo de ciencia vive el hombre. Ni que decir de las farmacéuticas multinacionales, siempre pendientes de patentar moléculas que produzcan suficientes ingresos a sus bolsillos; todas están en la búsqueda, ni más faltaba, del “Santo grial” que resuelva la pandemia.
No es menor el interés de los políticos y gobernantes de turno por presentar una terapia exitosa. Estos, impulsados por la necesidad de demostrar gestión ante una sociedad que se sabe carente de líderes investidos con el coraje necesario para manejar la crisis, presionan a las farmacéuticas e investigadores para mostrar una solución en tiempo récord.
Los estudios con otros coronavirus y el desarrollo científico actual allanaron el camino y disminuyeron tiempos de algunas fases. Al momento de escribir este texto hay 108 prospectos de vacunas disponibles, seis de ellas en fase III de investigación, todas en la búsqueda de demostrar su seguridad y eficacia. Dos aspectos necesarios, pero no suficientes para lograr la anhelada estabilidad social y económica.
Resulta que las vacunas y los tratamientos desarrollados también deben producirse en las cantidades necesarias para hacerlos llegar a todo el mundo. Como si lo anterior no fuera poco, no basta con tener vacunas seguras, eficaces y al alcance de todas las personas, además hay que convencer a 4 de cada 10 personas que dudan de la efectividad de la vacunación, según un informe reciente publicado en Annals of Internal Medicine.3
Ante esta situación, a la ciencia le corresponde trabajar día y noche para superar estos y otros obstáculos en la carrera para derrotar al virus. Nosotros, entre tanto, debemos poner en práctica, sin ninguna dilación, los tres métodos que desde el principio sabíamos controlaban la pandemia y que recientemente se han confirmado como efectivas medidas de prevención del contagio: lavado de manos, uso de mascarilla y distanciamiento físico 4-5, no hay de otra.
REFERENCIAS
1. CDC. Ten Great Public Health Achievements -- United States, 1900-1999. Disponible en: https://www.cdc.gov/mmwr/preview/mmwrhtml/00056796.htm
2. Offit PA. The cutter incident, 50 years later. N Engl J Med 2005; 352 (14):1411-1412 DOI: 10.1056/NEJMp048180
3. Fisher K, Bloomstone S, Walder J, Crawford S, Fouayzi H, Mazor K. Attitudes Toward a Potential SARS-CoV-2 Vaccine: A Survey of U.S. Adults. Ann Intern Med. 2020;10.7326/M20-3569. doi:10.7326/M20-3569
4. Gandhi M, Rutherford G. Facial Masking for Covid-19 — Potential for “Variolation” as We Await a Vaccine. N Engl J Med. 2020: 1-3 DOI: 10.1056/NEJMp2026913
5. Clipman SJ, Wesolowski AP, Gibson DG, Agarwal S, Lambrou AS, Kirk GD, Labrique AB, Mehta SH, Solomon SS. Rapid real-time tracking of non-pharmaceutical interventions and their association with SARS-CoV-2 positivity: The COVID-19 Pandemic Pulse Study. Clin Infect Dis. 2020 Sep 2:ciaa1313. doi: 10.1093/cid/ciaa1313.